Opinión

La tiranía del crono

A pesar de ser el espacio más visto del día, el debate emitido en la 1 de RTVE, arbitrado por Xabier Fortes, no pasó de discreto. Protagonizado por las segundas espadas de los siete grupos con representación parlamentaria individual –Adriana Lastra por  el PSOE, Cayetana Álvarez de Toledo por el PP, Inés Arrimadas por Cd’s, Isabel Mestre por UP,  Gabriel Rufián por ERC, Aitor Esteban por PNV e Iván Espinosa de los Monteros por Vox- no superó los tres millones de espectadores, una cifra muy lejana de las contundentes audiencias obtenidas en los vis a vis que enfrentaron en 2008 y por dos veces a Zapatero y Rajoy, los programas de debate con más espectadores de la televisión nacional en su historia.  Doce y trece millones de televidentes se asomaron a la pantalla en los minutos de oro de ambos duelos en febrero y abril de aquel año, o los ocho y medio de abril pasado cuando se juntaron en el plató, Sánchez, Casado, Iglesias y Rivera.
Es verdad que los que acudían a la cita con el periodista gallego no eran las primeras figuras de sus partidos, pero bueno es reconocer que en el caso de Arrimadas y Maestre, ambas están más cerca de dominio absoluto de lo que parece, tienen, capacidad y autonomía por sí mismas, y ambas están destinadas a liberar en un futuro próximo sus respectivos partidos. Pero cierto es también que una programación tan pautada, resta frescura al diálogo, encorseta a los participantes y convierte el debate en un diálogo automatizado que tiene un atractivo más bien escaso. No es culpa  de los intervinientes y ni siquiera lo es del moderador –Xabi Fortes estuvo irreprochable en su papel de árbitro principal en un programa en el que los que velaban por el cumplimiento de los tiempos pactados eran cronometradores federados de distintas manifestaciones deportivas- sino de un formato que no permite hacer otra cosa ni conduce a otra meta que la que el viernes vimos.
Sin embargo, este descenso cada vez más acusado del interés por un debate televisivo obedece probablemente al cansancio y al hastío de una sociedad a la que cada vez se le hace más cuesta arriba la participación política. Tras muchos años de apetito de sufragio producto del hambre anterior, los españoles han votado de más y están ahítos. Y eso no tiene más que un remedio y bueno será que los políticos lo interioricen. Pónganse ustedes de acuerdo y luego, si eso… ya nos avisan.

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