Opinión

La prensa y la “cifuentada”

Benedetta Craveri es una hermosa mujer, de una edad aproximada a la mía, a la que la mayoría de la gente suele referirse haciéndonos saber, desde un principio, que es la afortunada nieta del filosofo italiano Benedetto Croce; así que, como yo no voy a ser menos, ahí les queda dicho para su conocimiento, reconocimiento o, incluso, a los efectos que cada uno de ustedes, considere oportunos.
Había leído de ella una obra, de la que me atrevería a decir que me fascinó. Se titulaba "La cultura de la conversación". Aún se titula así. En ella, de un modo tan rigurosamente académico como de lectura amena y apasionante, Benedetta describe el papel que algunas, se diría que bastantes, aristócratas francesas jugaron durante los tiempos de la Ilustración que habrían de servir de prólogo a la Revolución Francesa. Por los salones de tan atrevidas y cultas damas pasaron los intelectuales de mayor prestigio de su tiempo y en sus tertulias se fraguaron no pocos de los grandes acontecimientos que habrían de conducir a lo que ya todos sabemos y sería ocioso repetir. Desde intrigas palaciegas hasta rocambolescos amores, lealtades rotas, fidelidades inexistentes o ejemplos sublimes de coherencia intelectual, todo posible ejemplo sustentado en la condición humana fue posible en los salones de tan ilustres, e ilustradas, e influyentes damas, que, a base de palabras, ayudaron a que se transformase el mundo desde los prolegómenos de la Revolución Francesa hasta el momento en que Napoleón dejó de ser un ciudadano y se convirtió en un emperador.
Con todo, con eso y con lo dicho: ¡Lo qué pueden dar de si catorce años para que, la historia de un continente altere su rumbo y se prepare para llegar a ser lo que hoy todavía es! Y esto es así, todavía es así, por mucho que, en ocasiones, empecemos a pensar que ya está empezando a dejar de serlo. ¿Y qué es hoy (todavía) Europa? Pues un espacio privilegiado en el que habitan quinientos millones de seres que disfrutan del mayor nivel de vida, del mayor nivel cultural medio, del mayor sistema de libertades, de los más de los servicios públicos elementales posibles -educación y sanidad por ejemplo- todo ello y aun más pese a los recortes y las crisis, las políticas zoquetes y los políticos democráticamente asilvestrados. Catorce años dan para mucho, ciertamente. A veces son necesarios menos para que un país se enderece. La semana pasada estuve en Portugal y con solo seis años, el gobierno actual, ha tenido suficiente para enderezar el rumbo de su país, superar la crisis y empezar a andar con una alegría que se nota en el ambiente. Pero hablábamos de Benedetta Craveri.
La traje hoy a colación a porque acabo de empezar a leer otro libro suyo. Se titula "Los últimos libertinos" y versa sobre las vidas de siete "hijos de la Ilustración" que intentaron conjugar unas vidas de privilegio, las suyas de aristócratas refinados y cultos, con las necesidades ineludibles que empezaban a señalar el advenimiento de la Revolución Francesa. Todavía no sé si es parangonable aquel tiempo, que anticipaba un cambio de ciclo, con este nuestro que también anuncia otro. Mucho menos sé si tendremos hoy personajes equivalentes, aunque me temo que no, que no los tengamos, con aquellos cuyas vida recoge Benedetta Craveri en su libro. Tendré que seguir leyéndolo y será un placer hacerlo; por ejemplo, hablando del duque de Lauzun, cuenta nuestra autora que vivió en Londres siete meses durante los que descubrió la importancia de los periódicos a la hora de pretender tomarle el pulso a la vida política, económica o social del país ya que en Francia, entonces, eran pocos y apenas determinantes a tales efectos. 
Puestos ya a parangonar, que es para lo que uno (también) lee, la reciente “cifuentada” y el papel que la prensa ha desempeñado a lo largo de ella. A última hora ni máster ni farrapos de gaita: un par de botes de crema debidamente aireados son suficientes para hacernos reflexionar sobre algunas de las posibles proposiciones derivadas de estas líneas, por ejemplo la del papel de la prensa actual que está salvando los rescoldos de una democracia que devino en partitocracia; por ejemplo, en el papel de los jóvenes en el envite en el que nuestra sociedad se ve; también el papel que los viejos, los pensionistas, ex combatientes o no del mayo del 68, están jugando en el proceso y, también por ejemplo, en la posible presencia entre nosotros de otros libertinos que no por epigonales dejen de merecer consideración y estudio, atención e incluso una mirada entre cómplice y compasiva. ¿Los hay? ¿No los hay? ¿Debiera haberlos? ¿Están todos en el PP o permanecen ocultos en los más diversos ámbitos? No se afirma ni niega nada tan solo se espera que broten opiniones porque lo cierto es que se avecinan tiempos de cambio; mejor dicho, esos tiempos ya han comenzado.
 Surgirán con su definitiva fuerza en el momento en el que las redes sociales, el mundo de la Internet, pierda la ingenua espontaneidad inicial que la caracteriza y quede fijado un campo de juego y unas normas que lo regulen de un modo que, los más, ni siquiera nos imaginamos. Entonces aparecerán los "libertinos", los pertenecientes a esa elite a la que desoyeron al sentirse convocados por un tiempo en evolución, por un mundo en transición que no todos se atrevieron a imaginar.
 

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