Opinión

La historia de rande

A estas alturas hay que dar la razón a los más críticos: la inauguración de la ampliación del puente y la autopista el penúltimo día del pasado año fue un timo cuya razón última no puede ser otra, y  siento decirlo, que plegarse ante Audasa, que tenía la obligación de finalizar las obras antes de 2018 para poder incrementar los peajes. Lo cierto es que el Gobierno no autorizó la subida estipulada más allá de la obligatoria del IPC porque resulta evidente que los trabajos no habían terminado. La prueba es que estamos finalizando mayo y continúan las obras en el puente, y no se trata del asfaltado, como se apuntó al principio, sino de algo mucho más serio, la propia estructura de los tirantes del viaducto, que están siendo repasados y reforzados. Es decir, que sólo hay en realidad dos opciones: que los trabajos no habían terminado a tiempo y la apertura fue forzada o que se han dado cuenta tras la inauguración de que los tirantes estaban sin terminar.
De una u otra forma, el puente de Rande se encuentra en obras en vísperas del inicio del verano. En teoría, el próximo día 31 estaría terminada definitivamente la ampliación, pero habrán pasado cinco meses desde la inauguración, y eso suena a engaño. Hay una explicación más allá: una vez adjudicada la actuación, Audasa decidió que no le gustaba el proyecto pactado con Fomento y  redujo al mínimo la actividad a la espera de una respuesta positiva de la Administración central. Audasa no quería construir los viales exteriores, la clave de la ampliación, y la entonces ministra Ana Pastor se plantó y dijo que o se hacía como estaba previsto o habría nueva adjudicación. Un retraso de seis meses que ahora tendrá que asumir, no los usuarios.

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