Opinión

La cámara captó al bellaco

Pues sí, dilecta leyente, gracias a las cámaras de vigilancia pudimos ver como un bellaco de 31 años y nacionalidad rumana, molía con saña a golpes a una sexagenaria, humilde trabajadora, cuando entraba en el portal del piso de la señora a la que cuidaba. La atacó traicionera y cobardemente por detrás, golpeándola brutalmente hasta derribarla sin encontrar la mínima resistencia, continuando con multitud de puñetazos y patadas cuando la tenía indefensa en el suelo hasta dejarla sangrando profusamente e inconsciente. (Podía haberla matado,  tal vez esa fuese su intención, dada la corpulencia del miserable sanguinario y la virulencia de la agresión) Y todo para conseguir llevarse el bolso con sus exiguas pertenencias.
Sí dilecta, dada su corpulencia le hubiera bastado con el clásico tirón. Si no fuera porque no es raro que el criminal cause más daño que el beneficio que obtiene, podría pensarse  que el fin era atentar contra la integridad física de la mujer y la sustracción del bolso el pretexto para despistar a los investigadores; y como verdugo y víctima no se conocían de nada, podría tratarse de una paliza por encargo. Pero el saber que le imputan hasta cinco robos con agresión en una semana nos lleva a la conclusión de que se trata de un depredador al que le basta cualquier presa, preferentemente indefensas mujeres. Entre sus antecedentes consta un homicidio por el que fue condenado a once años de talego y llevaba varios meses en la calle.
En fin que nos encontramos ante un delincuente con instinto criminal, tal vez con el gen asesino del cromosoma XYY (lo normal es poseer la pareja de cromosomas XY en el varón y la XX para la mujer), que hasta en la misma prisión propiciaba peleas con sus compañeros de infortunio. Un individuo al que Cesare Lombroso tal vez lo hubiera catalogado de delincuente nato. Según el profesor de Psiquiatría de la Universidad de California Jim Fallón, la tendencia genética hacia la violencia y el maltrato infantil son literalmente una combinación asesina. Dados sus antecedentes y su conducta reincidente, saldrá y volverá a hacer lo mismo a la madre de alguien y tal vez haya suerte y no la mate. Y volverá a ser detenido y volverá a repetir sus “hazañas”, como si viviéramos un sueño recurrente. Estamos ante uno de esos incorregibles, un psicópata, de los que la sociedad tiene que defenderse exprimiendo al máximo el contenido de la Ley.
Al ser ciudadano comunitario es más complicada la expulsión del país, pues según el Tribunal de Justicia de la Unión Europea sólo podría serlo por razones de seguridad pública, orden público o salud pública, constatables en un expediente administrativo, no bastando con la concurrencia de antecedentes penales, si no son de los que pudieran dar lugar a una de las situaciones descritas. Aquí se podría alegar su conducta antisocial que acredita una situación de amenaza real, actual y suficientemente graves que afecta al interés de la sociedad y genera un importante grado de preocupación y alarma social, constituyendo por ello motivos de seguridad pública y orden público.
La otra cuestión es si cumplirá toda la condena aquí, en una de las confortables prisiones españolas, o se acogerá a su derecho a hacerlo en su país, donde las “chironas” son viejas y masificadas. Y es que, como las belgas, suelen tener, entre otras ocupantes de talego, ratas y pulgas, y los internos apenas salen del “chabolo”, incluso desayunan, comen y cenan dentro. Será por eso que solo un 2% de los presos extranjeros piden cumplir en su país de origen. Por ello, resulta chocante que la Fiscalía belga hubiera solicitado información del estado de nuestras cárceles, de cara a una posible extradición de Puigdemont. ¿Tendrán geta los vikingos?

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