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Julia renace a los 50 años

Julia Vaquero está recuperando el gusto por correr y anhela poder trabajar en algo en lo que su experiencia atlética pueda servir de ejemplo.
photo_camera Julia Vaquero está recuperando el gusto por correr y anhela poder trabajar en algo en lo que su experiencia atlética pueda servir de ejemplo.
La exatleta guardesa vuelve a correr tras controlar un trastorno mental y superar el estigma

No me lesioné físicamente, me lesione psicológicamente". Tan sencillo. Y tan duro. Porque para las primeras lesiones se extreman cuidados y para las segundas se parapetan muros y distancia. Julia Vaquero (A Guarda, 1970) llegará la próxima semana al medio siglo de vida y lo hará, asegura, renacida. "Lo que logré como atleta, también lo pienso lograr como persona. Llegó el momento", dice. Porque ahora ve la luz. Una luz que se difuminó desde que hace dos décadas se le diagnosticó un trastorno bipolar que va dejando atrás. "Estoy muy bien. Con la medicación mínima. Estable", se autocalifica eligiendo bien las palabras, pues su enfermedad se caracteriza por altibajos emocionales.

Julia mira hacia delante pero haciendo las paces con su pasado. Duro pero único. Su sufrimiento emocional tiene el alfa en la muerte de su padre, cuando apenas tenía 12 años. "Ahora sé que pasé por una depresión. Me aislé y me peleaba con todo el mundo. Las emociones no afloraron y lo hicieron años después, de golpe", narra.

Lo peor es que la práctica del atletismo, del que ahora ya no reniega aunque pasó por fases en que sí, no la ayudó en este sentido. Sino todo lo contrario. "La presión, la dieta que me acabó generando un trastorno alimentario, la autoexigencia, mi perfeccionismo, la insistencia de los entrenadores...", enumera. Un cóctel al que no pudo hacer frente porque, por entonces, la psicología en el deporte era sinónimo de debilidad. "En aquella época, nunca fui a un psicólogo. Recuerdo al acudir a Mundiales que veíamos al equipo estadounidense con psicólogos y nos chocaba. Nos chocaba ver sus gestos, sus ánimos mutuos... Pero sólo eran estrategias efectivas. Yo tuve que ser autodidacta al gestionar el sufrimiento", rememora. Y tanta exigencia hizo mella y acabó adelantando su retirada atlética.

Fueron años de pelea y de dificultades en la vida personal. Y con su universo más cercano, el de A Guarda, y el resto de ellos tentados por la solución sencilla: dar la espalda a quien padece una enfermedad mental por miedo. "No me llamaban loca a la cara pero me llegaban cosas: 'Julia está mal de la cabeza'. Fue una época dura. Como no había tenido adolescencia, empecé a salir un poco más y los rumores eran constantes. Y me escondí. Me encerré en casa porque me daba vergüenza", desliza la atleta guardesa sobre unos años oscuros en los que desapareció de las portadas. Ya no era Julia Vaquero la excepcional atleta; era Julia, con un trastorno bipolar que la empujaba hacia la soledad y a tratamientos no siempre acertados.

"Hubo profesionales que siento que se aprovecharon de mí. En algunos casos, somos como conejillos de indias. Llegué a tomar 12 pastillas diarias", recuerda ahora. Y, con tal panorama, la vida se le hizo demasiado pesada. "Pensé en suicidarme. Nunca lo planeé pero sí que pensé en ello", confiesa.

Pero el carácter luchador que forjó de niña, cuando tenía que estudiar, entrenar y trabajar en el campo a la vez, tiró de ella. Además de alguna ayuda puntual –señala de manera especial a Alejandro Blanco, presidente del Comité Olímpico Español– y de un gran pilar: su hija Xulia. "Es lo mejor que me ha pasado en la vida", afirma rotunda.

Su afán actual es poder trabajar. Y se pelea con sus médicos para que le dejen. "He vivido en una burbuja. Voy a cumplir 50 años pero no tengo la madurez que se presupone a esa edad", apunta. Pero sí tiene las ganas renovadas mientras se afana en un factor fundamental: la autoestima.

Parte de ese renacer ha sido volver a calzarse las zapatillas y correr. Como cuando, le cuentan, tenía cuatro años y ya corría por la carretera hacia Baiona. "Corro. Aunque  debo tener cuidado, porque si abuso me vuelve una vieja lesión en un pie. Pero tengo ganas de correr, de volver a sentir esa emoción", comenta Julia. Quien se ve con fuerzas de dejar atrás el sufrimiento acumulado: "Tengo los ovarios de decirlo: voy a salir de esta".n

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