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El juicio a Netanyahu, mucho más que un caso de corrupción

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, durante una reciente intervención parlamentaria.
photo_camera El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, durante una reciente intervención parlamentaria.
El primer ministro de Israel se sienta en el banquillo acusado de fraude, cohecho y abuso de confianza
Israel comenzará mañana a escribir un nuevo capítulo de su historia política. Benjamín Netanyahu, primer ministro desde 2009, se sentará en el banquillo en un juicio por corrupción en el que su libertad no es lo único en juego.
El mandatario llega envalentonado tras la reciente formación de un Ejecutivo, cuarto consecutivo bajo su liderazgo, previa autorización del Supremo, que optó por no impedirle ejercer su cargo a pesar de estar acusado de fraude, cohecho y abuso de confianza en tres casos distintos de corrupción.
Desde antes incluso de que se formalizara la acusación en su contra, Netanyahu ha liderado, desde su Gobierno, una campaña de desprestigio de la Justicia, denunciando una persecución política en su contra e incluso catalogándola como una "intentona golpista". Estos ataques pusieron en la mira tanto a las instituciones en su conjunto como a individuos específicos, como el jefe de la Policía o el fiscal general del Estado, que denunció amenazas contra él y sus hijos.
Los casos en contra del líder del Likud son popularmente conocidos como 1000, 2000 y 4000.
En el primero es sospechoso de aceptar regalos de dos millonarios para él y su familia, de hasta un millón de shéqueles (unos 260.000 euros) a cambio de favores. 
El segundo examina un intento de pacto con el editor de un popular diario local, el Yediot Aharonot, para lograr una cobertura más positiva sobre él a cambio de dañar la distribución del diario rival, el gratuito y oficialista Israel Hayom.
En el caso 4000 o caso Bezeq, el más grave de todos, se le imputa haber hecho favores al gigante de telefonía israelí Bezeq a cambio de cobertura favorable sobre él y su familia en el popular digital de noticias Walla, ambos controlados por el empresario  Shaul Elovitch.

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