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Incertidumbre al cuadrado

Sergio dijo ayer echar de menos sus guantes el día del portero.
photo_camera Sergio dijo ayer echar de menos sus guantes el día del portero.
Sergio Álvarez afronta otra recta final de curso sin conocer su futuro y, esta vez, con las dudas del coronavirus

Las tribulaciones del mundo del fútbol sobré qué sucederá en los próximos meses son de sobra conocidas, con patronal y federación apostando por llevar la presente temporada hasta el infinito y más allá si es preciso. Un estado de incertidumbre que pone a prueba los nervios, especialmente en el caso de los jugadores que terminan contrato con sus actuales equipos, ya que a la duda de qué será de ellos el próximo curso suman cuándo comenzará éste. Pero, sobre todo, porque se ven abocados a un mercado aún sin fechas, que todo apunta que será muy a la baja y con las operaciones sin poder ir adelantándose debido al parón actual provocado, cómo no, por la incertidumbre. La pescadilla del fútbol.

Sergio dijo ayer echar de menos sus guantes el día del portero.
Aunque, claro está, en el Celta hay un futbolista que, para su desgracia, está más que acostumbrado a afrontar estos meses sin tener su futuro definido. Y no se trata de un joven inconstante, sino de una referencia de la cantera y del primer equipo como Sergio Álvarez, el más veterano de todo el vestuario y el tercer portero con más partidos de celeste en Primera División.
Cómo no, Sergio termina contrato. Le ha sucedido en todas las temporadas menos en una desde que se asentó en el primer equipo. Tras ser el meta de referencia en los felices años del técnico Eduardo Berizzo, en las dos últimas temporadas se ha visto relegado a la suplencia por Rubén Blanco, que este curso está agradeciendo la confianza de Fran Escribá y Óscar García Junyent con un gran rendimiento. Ambos comparten posición con otro canterano como Iván Villar, quien lleva dos o tres años con el cartel de sucesor del de Catoira pero sin acabar de arrancar y sin minutos.
Al club le toca ahora decidir de nuevo si romper su norma de no acudir al mercado a por porteros 
–no lo ha hecho desde que Javi Varas ocupó la meta celeste en la primera temporada tras el ascenso–, si dar galones a Villar como segundo o si mantener un año más a Sergio Álvarez. El pasado verano, en Príncipe ya dispusieron de la opción de cortar el contrato del veterano portero y no lo hicieron, en buena medida porque Fran Escribá había comprobado cuanto de bueno aporta el catoirense tanto como titular, como suplente de garantía y como capitán.
Como cada doce meses, los argumentos a favor y en contra de Sergio son los mismos ahora. Sus cualidades deportivas –labradas a base de un trabajo diario que sirve de ejemplo a sus compañeros y de una implicación muy valorada por el aficionado– deben ser ahora las que convenzan a Óscar García Junyent, si es que continúa para el próximo curso. Pero la decisión debería llegar éste, acabe cuando acabe. Tanta incertidumbre...

Seica 

Santi  Alonso

Sergio Álvarez no es mi amigo

Razones objetivas de una injusticia

Uno ya no se hace viejo. Uno ya es viejo. Al menos, en esto de seguir las aventuras y desventuras del Celta. Tantos años, que me descubro repitiendo titulares casi sin vergüenza, reencontrando ecos de historias pasadas en las de ahora, descubriendo que prácticamente todo lo que sucede tiene un precedente que la memoria, esa meretriz que me abandona ahora que me hago mayor y que más requiero de ella, desvela sólo a ratos.

Pero, sea como sea, hay cuestiones que no me importa repetir. Aunque tampoco me gusta. Me explico. Cada 12 meses, me veo escribiendo un artículo parecido a éste en una página similar a ésta. No me importa porque hablo de un futbolista de capacidad deportiva y humana al que me agradaría ver retirarse en este equipo. Pero no me gusta porque me parece del todo punto innecesario e irrespetuoso que a estas alturas todos los años tenga su futuro pendiendo de un hilo celeste.

Pensarán que lo hago porque me cae bien y tenemos algún grado de amistad. No. En absoluto. Sergio no sabe nada de mi vida y yo de la suya poco más que el resto de los mortales celtistas. Pero sí tiene una bonhomía que debería ser un valor no por una cuestión sentimental –es fútbol profesional del máximo nivel, donde el rendimiento es y debe ser norma– sino porque lo convierte en un referente. Un gran portero, trabajador, capaz de hacer grupo y de ser capitán. 

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