Opinión

Galicia first

Viven a siete mil kilómetros de la Plaza del Obradoiro. Al otro lado del Atlántico. A seis horas de diferencia horaria. Pero no hay un solo día que no se acuerden de Galicia. Han triunfado en los negocios. Montaron sus empresas sin subvenciones de la Xunta y con un inglés tan sofisticado como el de Tarzán, pero su éxito trasciende fronteras: José Manuel Brandariz, Julio Fernández, David Sánchez, Juan José Galegos, Modesto y Benancio Grande, José Antonio Pons, Roberto Illanes…; quien productor de cine, quien tenedor de un fondo de inversiones, quien empresario, quien representante de banca, quien suministrador de repuestos aeronáuticos o dealer de una empresa de pescado. Pero, antes que nada, cien por cien gallegos.
Viven en Florida, el Estado de los everglades, los cocodrilos y el lujo; la Riviera de América. Algunos en exclusivos rascacielos del downtown, otros en confortables viviendas a las afueras. El caso es que son más de pueblo que el souto de las castañas: A Fonsagrada, Alvedro, Cartelle… Algunos no han pasado por la “high school”: les ha bastado la universidad de la vida para ser sabios. Paisanos, en la más noble acepción de la palabra, hacen más ellos por Galicia que todos los Igapes, Reales Academias, Consellerías de Cultura y demás rimbombantes mediocridades que nadie echaría en falta salvo los que viven a sus expensas. Dos de ellos tienen la medalla de oro de la ciudad de Miami, aquí saben reconocer sus méritos.  
Expatriados -de los de Castelao- que emigraron en vez de protestar (no como los jóvenes de ahora, la generación más rentista de la historia, con demasiada autoestima y exiguo perfil de sacrificio, que cuando van al cielo de las empresas europeas van a lágrima viva como si los condujesen al peor de los avernos); los gallegos que me estoy encontrando aquí en Miami tienen una  pátina de sufrimiento en sus ayeres y la morriña resecada en las entrañas; enxebres, rexos como piñeiros das dunas, estoicos ante los embates de los “hurricanes” de la vida, solo se paran en mitad de la escalera para “coller folgos” y seguir ascendiendo hacia la cumbre del éxito. 
El otro día me invitaron a comer en “Casa Juancho”. Sobre la mesa tortilla de patatas, rabas de calamar, callos, camarones al ajillo, vino albariño y cerveza estrella de Galicia. Parecía que estábamos en la calle de los vinos. 
Y el 31 de diciembre, en un “penthouse” de Brickell avenue –el distrito financiero de la ciudad de Miami- propiedad José Manuel Brandariz, presidente de los empresarios gallegos en EEUU, hemos recibido el año nuevo entre chorizos, turrones, Rivera del Duero y algún que otro “carallo”. La noche estaba húmeda. Será porque Galicia se les salía a todos por los poros…     

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