Opinión

Frankenstein con gorra

Lo malo que tienen los fontaneros de Estado es que luego te los tienes que quitar de en medio porque si se ponen a ello te amargan la vida e incluso quitándolos de en medio, su influencia persiste porque todos ellos se guardan un as en la manga para que lo usen sus herederos en caso de que las cosas vengan mal dadas. Tanta gente privada o pública, tantas instituciones, tantos departamentos de la Administración, tanto político, tanto banquero, tanto juez y tantos y tantos conocidos o desconocidos han solicitado sus servicios que ahora, cuando se ha puesto fin a una actividad que cuesta creer que pudiera desarrollar libremente y lo han metido en la cárcel, se ha puesto a difundir con cuentagotas parte de lo que guarda y parte de lo que sabe creando un ataque de sicosis colectivo que tiene a todos de los nervios porque metido en el talego y todo, cada vez que abre la boca la arma. Para que el universo titirimundi supiera de qué palo iba, dio un par de pinceladas que acabaron a la tremenda con una ministra de Justicia que no sabe tener la boca cerrada, y de paso dijo aquí estoy yo que me lo sé todo y os tengo a todos retratados.
Personajes siniestros que ejercen de poceros en el subsuelo del Estado los hay en todos los países y el nuestro no es una excepción aunque  muchos puedan ahora hacerse cruces e incluso pensar de buena fe que aquí las fuerzas económicas, políticas y sociales salen a la calle vestidas de primera comunión. No hay gobierno democrático y mucho menos del otro, que no tenga unos servicios secretos capaces de hacer cosas inconfesables, y desde luego, no hay parcela de poder que no cuente con un sujeto que, desde las sentinas, echa una mano. Lo que ya resulta menos fácil de explicar es cómo se las ha arreglado José Manuel Villarejo para mantener en activo y ejerciendo a braga quitada su negocio de investigación, mientras mantenía su puesto de funcionario de la Administración cobrando su sueldo, sus dietas y sus pluses y alternando ambas actividades sin que se le aplicara ley de incompatibilidad alguna. La explicación naturalmente es que Villarejo ha jugado la partida con la misma baraja dividida en dos mazos iguales. Dicen que ahora le toca al presidente del Gobierno. Unos y otros han creado a un Frankenstein con gorra de visera, barba y acento de Córdoba.
 

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