Opinión

Felicitaciones que dan de qué hablar

Termina el año y, en las fiestas correspondientes, estas en las que todavía estamos, con las que solemos celebrar no solo el nacimiento de Jesús de Nazaret sino también el haberlo vivido y poder asomarnos a otro, recibimos más felicitaciones que las que nunca habíamos recibido. Pero nunca valieron tan poco. La utilización de las redes sociales las han devaluado hasta la extenuación.
A todos nosotros nos llegan cientos de felicitaciones que provocan otros cientos más y estas, a su vez, provocan otros cientos, tantos que pueden acabar por resultarnos insufribles. Lo hacen de forma que van creciendo exponencialmente al ser incluida nuestra dirección electrónica en las carpetas ad hoc de cientos de ciudadanos que no conoces y que felicitan quizá para que tu los felicites. Por ahí se llega a la exasperación y al desengaño. Mi abuela, de la que ya les tengo hablado aquí en más de una ocasión afirmando de ella que era tomista, hubiera dicho que no puede ser verdad tanta belleza; es decir, tantos buenos deseos, tanta paz y concordia tanta como la que se reparte, a esgalla, en estos días.
Por eso no voy hablarles hoy de mi difunta abuela. Lo haré, en cambio, de un mi sobrino (tengo más) afectado de movilidad exterior, aventurero él o así, según dijo el nuevo ministro de Exteriores, que se pasó año y medio sirviendo copas en un pub londinense y ahora, por fin, ejerce su profesión de arquitecto, para la que está excepcionalmente dotado, en un estudio londinense en el que ya cuenta con el reconocimiento que merece y no consiguió en su tierra.
Hablando con él acerca de estos extremos de la saturación postal electrónica, de esos cientos o miles de felicitaciones de que recibes procedentes de personas que no conoces, ni te conocen, pero que han incluido tu correo-e o tu cuenta de WhatsApp al filo de algún otro correo recibido, me cuenta mi sobrino que en Inglaterra está poco menos que considerado de mal gusto el enviar felicitaciones por tal medio, así que han regresado al papel. Quien pretenda felicitar las pascuas y desear un buen año a sus conocidos deberá echar mano de una felicitación navideña, de un crismas, o incluso y mejor del correo-e individualizado y cortés, irónico o sarcástico, ocurrente o prosaico, brillante o enternecedor, henchido de fe cristiana o ajeno a ella, pero lleno de buenos deseos para el año que comienza y de paz y alegría para la celebración navideña.
Yo he recibido uno de estos cuya valoración dejaré al criterio de los lectores, si es que les pica la curiosidad y siguen leyendo. Lo haré aprovechando el hecho de que las cartas son propiedad de quien las recibe y puede hacer con ellas lo que le venga en gana, que es lo que yo voy a hacer, dejando en el aire el nombre de quien me lo envía; así que allá va, dice así:
“A piques de comenzar el quinto año de una instrucción que suma ya cuatro jueces distintos (dos titulares y dos meritorios), pero un único fiscal verdadero (no recuerdo si se llama G., o J.), se me ocurre felicitaros las fiestas con un artículo de Barreiro Rivas sobre la reciente absolución, por un jurado popular, de dos maestras de Ribadeo acusadas de añadir a la cuenta del colegio un par de empanadas y dos tabletas de chocolate para su propio consumo. 
Tras cuatro años de instrucción y, sobre todo, tres largas horas esperando a que nueve voluntarios del montón (con dos noches en el Gran Hotel, comida a la carta, viajes pagados y 70 euros diarios de dieta) decidieran su destino, al conocer el veredicto quisieron sonreír, pero ya no se acordaban y les salió una mueca. 
A Jean Valjean le cayeron cinco años de trabajos forzados por robar una barra de pan, y a las maestras de Ribadeo les pedían un año por las empanadas, así que vamos mejorando y habrá que seguir confiando en la justicia.
 Felices fiestas y feliz año judicial del imputado C.”
¿Qué les parece? Mientras este ahora investigado espera su juicio, en la sede de los partidos sigue pasando de todo. Los rizos granadinos se agitan como pudiera hacerlo la cabeza de la Gorgona sin despeinarse ni un pelo. En la sede central del PSOE el choriceo interclass se instaló a cuenta de unos décimos de lotería de los que nadie parece saber nada o son causa de disputa, mientras la gestora se dedica a funciones que quizá excedan el ámbito legal de sus competencias. En la del PP la agitación parece haber llegado por vía mediática, en forma de los buenos deseos expresados por el ex presidente Aznar a través de una decisión que se anticipa a los carbones que suelen traerle los Reyes Magos a los niños que no han sido buenos. Ya no es presidente de honor del partido, ni la Fundación FAES tiene ya nada que ver con ellos.
Se ignora, de momento, cómo se han felicitado mutuamente Iglesias Turrión y el aventajado Errejón que tanto recuerda al Milhouse de los Simpsons, pero que con todo es preferible al Actor Secundario Bob coronado de coleta. Pero todo se sabrá; de entrada se han plebiscitado y ya hemos visto en qué quedó la cosa, de modo que todavía veremos en lo que ha de concluir. De la judicatura no opino y mejor me callo que las palabras suele cargarlas el demonio. Pero dejo constancia expresa de que creyendo en la Justicia, dudo mucho de su administración en no pocos de los casos.
Así que acabo invitando a una empanada de xoubiñas feita con fariña milla a mi amigo el imputado C. cuando sepa la fecha del juicio y antes de que se conozca la sentencia porque ya he visto unas cuantas que no merecen felicitación ni aunque sea enviada por correo electrónico. Salutem plurimam y buen año a todos. Nos lo merecemos de una bendita vez. Y ahora que releo lo que he escrito y no me acuerdo de a qué centellas me refería con lo de los rizos granadinos espero a ver si alguno de ustedes tiene la bondad de decirme en qué estaría yo pensando al hablar de ellos. Feliz año.

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