Opinión

¿Farmacia o panadería?

Cenando en casa de un amigo farmacéutico, a los postres, me ofreció un licor de maría. Estuve un tanto reticente: ¡solo tomé tres chupitos! Al salir, le llamé en un aparte y le hice una severa admonición: “Necesito urgentemente un frasco entero de este elixir de la risa”. Bajó los ojos, descolgó los brazos y me dijo pillado infraganti: “Por la marihuana no hay problema, la cuestión es cómo conseguir buen aguardiente”.
Salvando las distancias, en este país del carajo, es más fácil conseguir un gramo de cocaína que una cajita de Omeprazol. Tiene más predicamento un camello de asfalto diciéndote en los baños de un tugurio nocturno: “es pura escama, está buenísima” que un farmacéutico de guardia ante una cefalea parietal: “sin receta váyase usted con la migraña a otra parte”. A saturar los ambulatorios, por ejemplo; o las ya de por sí atestadas urgencias hospitalarias, donde te echarán la bronca por incordiar y luego se sorprenderán si te transformas en el terrible Hulk. 
El trato tiene truco. Los laboratorios farmacéuticos ya están introduciendo en el mercado sus alternativas menos tóxicas a un precio intoxicante. Ibudol versus Ibuprufeno, Dolostop versus Paracetamol: Menos es más: menos dosis, menos cantidad y precio cuatro veces superior. “Deiteste para o lado que te deites, si che doi a cabeza, sin que te fodan non has de quedar”, le razonó el otro día un paisano a mi amigo boticario. 
A este paso las farmacias pasarán a ser meros despachos, como las panaderías, y solo podrán recomendar el potito para el nene de semillas o de espelta, o los preservativos  con sabor a masa madre; y los farmacéuticos meros tenderos, con erudición para interpretar garabatos y recortar con un cúter el código de barras de los medicamentos. Lo de “consulte a su farmacéutico”, solo servirá para hablar del tiempo. 
Si usted tiene la desgracia de sufrir un episodio de angina de pecho en una farmacia y no le da tiempo a desenfundar la receta que lleva en el bolsillo para las cápsulas sublinguales de nitroglicerina dese por cadáver. Y si pide Omeprazol para proteger el estómago porque sufre de reflujo gástrico, mejor olvídese del cocido de lacón con grelos y llévese unas papitas de maicena.  
Mi amigo ya está transformando la farmacia en una agencia de viajes. Dice que los antidepresivos funcionan mejor si se toman en agua tibia, chapoteando cerca de la orilla, en las índigas ondas del mar de las Antillas. Domina de pe a pa vademécums  y farmacopeas para poder vender regaliz de palo sin receta. Si es para recomendar un analgésico contra el dolor reumatoide ahora que empiezan las destemplanzas otoñales, se jodió toda su sapiencia. “Mejor váyase al Caribe”, recomienda. Menos mal que a mí me atiende en la rebotica de su casa. 

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