Cartas al director

Están salidos de madre

 Dedicado al general en la reserva Fernández-Monzón, el espía que surgió del frío cuartelario. 
Este militar tiene vocación de demócrata como yo de fraile franciscano. Defiende la represión franquista atribuyéndole carta de legalidad. Durante la guerra civil la legalidad se asentaba en los Bandos de Guerra. Estos disponían que quienes se opusieran a la sublevación militar se juzgarán en Consejos de Guerra sumarísimos y se les impondría la pena de muerte, que se ejecutaría de inmediato. Ilegalidad ya manifiesta al ser dictados por sujetos sin competencia para ello, conforme  la legislación vigente Ley de Orden Público de 1933. Los militares sublevados no podían legítimamente declarar el estado de guerra, ni podían crear, ni ampliar los tipos delictivos, ni fijar penas distintas, ni agravar las preexistentes. La lealtad a la República se convirtió en rebelión militar. 
La adhesión a la rebelión que llevaba aparejada la sanción penal más dura: “se acreditaba por la mera compenetración ideológica a la subversión roja; bastaba con tener una ideología de izquierdas, simplemente republicana, con pertenecer a un partido político que no fuera de derechas para que se declarase plenamente acreditado, sin ninguna otra actividad probatoria, la comisión de ese delito(Gutiérrez Carbonell,  ex fiscal alicantino). Se llegaba, a condenar a muerte, y ejecutar, simplemente por la ideología del encausado. Hablar de legalidad de aquellos juicios lacera la inteligencia de jurista que se precie.  El caso más elocuente se produjo cuando se procesó y fusiló a Grimau en 1963. Entonces estaba vigente el Código Militar de 1945, en el que el delito de rebelión imputado al reo prescribía a los 25 años. La supuesta rebelión databa de antes de 1939. Delito prescrito. Como no podía ser así aplicaron el Código Militar de 1894, en el que la prescripción era de 30 años. En palabras del capitán Alejandro Rebollo, como defensor en la causa,  con carrera de abogado, calificó aquel proceso como “una burla a la verdad, que vulneró hasta las propias leyes del franquismo”. Dejó el ejército.