hacia nuevas elecciones

Los españoles volverán a ser citados a las urnas el próximo 10 de noviembre

El rey saluda a Sánchez a su llegada a la audiencia en el Palacio de la Zarzuela.
photo_camera El rey saluda a Sánchez a su llegada a la audiencia en el Palacio de la Zarzuela.
Los españoles irán otra vez a las urnas el 10 de noviembre tras la incapacidad de Pedro Sánchez de pactar una investidura y la inflexibilidad de sus interlocutores en un falso y estéril diálogo, en el que sólo coinciden en culparse mutuamente del fiasco repetido después de medio año de bloqueo político 

 La inevitable convocatoria de elecciones para el 10 de noviembre pone punto y final a la crónica de un fracaso político e institucional. Una "función" que ha durado 146 días y del que todos los partidos ya se están culpando mutuamente. Nadie presagiaba la noche del 28 de abril que Pedro Sánchez no sería investido presidente, después de haber ganado con holgura las elecciones generales, con los mismos escaños que el segundo y tercer partido juntos (PP y Cs), aunque con un número de diputados (123) lejos de la mayoría absoluta.
Aquella noche Sánchez aseguraba que hablaría con todos y prometía que no pactaría con Cs (se lo pidieron a gritos los simpatizantes de Ferraz coreando "con Rivera no"). Los cálculos postelectorales mostraban que a Sánchez le daba la suma de la moción de censura, y todas las apuestas apuntaban a un pacto con Podemos.
Aunque si hubo alguna esperanza de que la cosa se iba a resolver pronto, duró muy poco, porque ya en la resaca electoral el PSOE advirtió de que quería gobernar en solitario. Un empeño que ha mantenido hasta el final a excepción del paréntesis en el que accedió a conformar la coalición que finalmente Podemos rechazó.

Coalición fracasada


Empeño también el de Pablo Iglesias, que desde el primer momento puso la coalición encima de la mesa. O había coalición o no había acuerdo. La campaña de las municipales, autonómicas y europeas llegó justo después y los partidos aparcaron la negociación. Porque esos comicios y las negociaciones para los pactos en ayuntamientos y comunidades ralentizaron aún más un diálogo que nunca parecía arrancar, pese a las buenas intenciones de unos y otros.


"Si en algo nos hemos puesto de acuerdo es que vamos a trabajar para ponernos de acuerdo", decía a principios de mayo Pablo Iglesias poniendo el énfasis en las ganas.


Es innegable que los resultados del 26 de mayo cambiaron todo, porque el PSOE, que ganaba en los tres comicios y acrecentaba su ventaja sobre el PP, se vio a partir de ese momento más legitimado que nunca para defender gobernar en solitario con un acuerdo programático. Pero Podemos no pensaba ceder e insistía en la coalición, mientras criticaba el doble juego de Sánchez reclamando al mismo tiempo la abstención a PP y Ciudadanos. Y es que el defensor del "no es no", el mismo líder que dimitió por negarse a abstenerse en la investidura de Rajoy, pedía ahora al PP y a Ciudadanos que le permitiesen a él gobernar.


Una posibilidad que Pablo Casado no ha contemplado en ningún momento, y sí lo hizo Albert Rivera en una sola ocasión, al final este proceso, casi en el último instante. Nueve meses después de ser elegido líder del PP, Casado cosechaba el 28A el peor resultado de la historia del partido. Por eso era previsible que en este momento de debilidad, y cuando Ciudadanos se le había acercado tanto y pretendía arrebatarle el liderazgo de la oposición, mantuviese su "no" a la investidura. Los comicios de mayo, los pactos de la derecha en varias regiones y ciudades y la recuperación de plazas como la Alcaldía de Madrid le dieron aire y le permitieron ratificarse en su posición.

Posición de ciudadanos
Distinta fue la trayectoria de Ciudadanos. Insistió en el no a la investidura, en negar cualquier acuerdo con "la banda" de Sánchez, en alejarse lo más posible de los socialistas. Hasta este lunes. Rivera sorprendía con la propuesta de abstenerse -y le pedía al PP que le acompañara en el sacrificio- a cambio de que los socialistas renunciaran al Gobierno de Navarra, garantizarán que no indultarán a los presos del procés y no incrementaran la presión fiscal sobre trabajadores y autónomos. Un intento que sus rivales achacan a las encuestas que dan a Ciudadanos una importante caída en beneficio del PP y del PSOE.


Ni Podemos, su hasta ahora socio preferente, ni Ciudadanos, con su oferta de último minuto, ni el PP, firme en su "no", creen que Sánchez quisiera en algún momento conformar gobierno. Para todos ellos el presidente solo tenía una meta, nuevas elecciones. Lo quisiera o no, las elecciones ahí están. Así que empieza una nueva función. Todos en campaña. 

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