Opinión

El hábito de lectura

Ahora que viene el coronavirus con la guadaña y cumple quedarse en casa, salir a la calle lo menos posible, y habituarse a la serena reflexión hogareña, se me ocurre a mí proponer la lectura como ejercicio clave de serena reflexión e íntimo divertimento. Es verdad que el nuevo concepto de televisión a la carta resulta un rival difícil de batir en el combate por llenar las largas horas de encierro doméstico, pero tenemos ya tiempo para todo y no es mal remedio tratar de simultanear esas plataformas digitales que ofrecen un número casi ilimitado de series para pasar horas y horas con la nariz pegada a la pequeña pantalla, con el noble arte de leer libros. Es, ya lo sé, una propuesta de viejos esta de leer libros por el método convencional. Es decir, tomar uno que apetezca entre las manos, sentarse apaciblemente en una butaca del salón, abrir una cerveza fresquita y ponerse a leerlo así, del tirón, sin anestesia ni nada, pero es cuestión de tomarle el pulso al método y disfrutarlo. Aunque muchos, especialmente los más jóvenes, no se lo crean, tiene su punto esto de leer signos entintados sobre papel de verdad porque no estoy hablando en este caso de una plataforma de última  generación con tipografía a voluntad, luz regulable, paso de página digitalizado y apagado y encendido automático sino del volumen cosido de imprenta de toda la vida. El formato en el que leímos “Los tres mosqueteros”, “Drácula”, “La isla del tesoro”, “Veinte mil leguas de viaje submarino”, “El Jarama”, “Diez negritos”, “Fortunata y Jacinta”, “El perro de Baskerville” o “La colmena”, a ver si me entienden.

El coronavirus nos va a poner a todos en nuestro sitio y ya nos ha influido en nuestra concepción cotidiana, de modo que nos va a cambiar la vida que es uno de esos referentes arquetípicos en la historia de la Humanidad. Recuerden que un libro tan importante y también tan didáctico y  divertido como “El Decamerón” de Bocaccio, presenta la posibilidad de que varios jóvenes, aislados en el campo para evitar el contagio de una epidemia, se apresten a contarse relatos por turnos entre ellos que son los que componen el libro. Por cierto, esta joya de la literatura renacentista conviene añadirla a la lista anterior. Y también, novelas rosas, literatura del Oeste, poesía, teatro o erotismo. Con tal de leer, todo es bienvenido. Y “El Quijote”, no se olviden.

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