Opinión

El cuidado de los mayores

Si hubiera que establecer un orden de prioridades en la acción pública municipal, en primer término estaría, sin duda alguna, la atención a la persona, cuya concreción primera  debería establecerse en el cuidado de nuestros mayores. No es una casualidad que la sabiduría universal haga del respeto y veneración por nuestros mayores una norma fundante de todo orden social y moral. Supongo que no habría que ir muy lejos para establecer la conexión entre la desvertebración social de nuestras comunidades y la pérdida de ese sentido del respeto a la dignidad de los ancianos. Es de elemental justicia para con quienes nos han dado, nos han transmitido lo que tenemos y somos. Somos humanos 
-podríamos decir- porque nuestros corazones son capaces de albergar gratitud. Y creo que podríamos decir que, de alguna forma, la gratitud es justicia colmada.
No sabemos lo que nos deparará el futuro, pero hoy por hoy seguimos siendo de un lugar, de unas personas procedemos. En ese lugar y entre sus gentes es donde el anciano debe sentirse plenamente acogido. Y no sólo pasivamente sino haciéndole ver la utilidad de su servicio para la vida de la localidad en la que se asienta, de forma que la edad de la vejez ha de ser si no la edad de la plenitud de la vida, la de su pleno cumplimiento, y por tanto la del más pleno reconocimiento de su dignidad.
En este sentido, conviene constatar la iniciativa  conjunta de varios municipios ingleses y de diversas organizaciones sin ánimo de lucro para constituir microempresas que están evitando que muchos ancianos sean trasladados a residencias ante la falta de ayudas a domicilio. Se trata de una experiencia creativa que fomenta la participación de buenos profesionales en instituciones sociales que son apoyadas por las propias Corporaciones locales y que permite atender a los mayores en sus propias casas. Una experiencia a tener en cuenta.

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