Opinión

El Califato, hacia Europa

Los servicios secretos de los gobiernos europeos, incluido el español, les han advertido que tras la caída de la última base del Califato Islámico en Baghuz, Siria, los yihadistas supervivientes de todo el oriente próximo tienen como objetivo las naciones de los infieles a las que achacan, junto a EE.UU. su derrota.
Desde su proclamación en 2014 el Califato yihadista gobernó ocho provincias en Siria e Irak  y a seis millones de personas, muchas de ellas aterrorizadas por aquellos verdugos y guerreros, violadores de mente medieval y armas del siglo XXI.
Instauraron la versión más rigorista de la sharia, la ley islámica que incluso en versión suave sigue siendo machista y sanguinaria, bajo la dirección de Abu Bakr al-Bagdadi, el autoproclamado Califa, conquistador del mundo entero para Alá, con especial mención de Al-Andalus.
Junto a él, decenas de millares de yihadistas, como mínimo unos 5.000 llegados de toda Europa, a la vez que otros fanáticos se unían a Al-Qaeda, la banda terrorista autora de los mayores atentados en occidente.
El temor de los servicios de inteligencia es la vuelta de esos asesinos religiosos a sus países de origen, o el intercambio de ellos por el continente construyendo células durmientes de la guerra santa, del terrorismo.
A Siria e Irak fueron algunos cientos de yihadistas desde España, de los que 132 están en busca y captura, según fuentes antiterroristas, que no saben si están detenidos, han huido o han vuelto a España. La mayoría son de origen marroquí, como quienes atentaron en los trenes de Madrid en 2004.
 El enemigo quizás esté dentro y su fanatismo puede ser sumamente peligroso durante las próximas campañas electorales; según temen las policías, quizás quieran demostrar que el Califato, aunque solo sea espiritual, sigue existiendo.

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