Opinión

¿Dónde vamos?

Viendo el panorama político de aquí de y acullá uno se pregunta hacia dónde se encamina este mundo. Bajo ningún concepto es mi intención molestar, pero es evidente que entre los políticos actuales hay buen número que a lo mejor en otra profesión hasta podrían rendir más pero que para la cosa pública se hace difícil verles acomodo a juzgar por sus actitudes, su continuo cambio de criterio, incultura muchas veces y, en el fondo, con una formación dudosa. Al menos algunos.
Creo que ya lo comenté aquí, lo de un diputado español que se negó a visitar la obra cumbre del Manuelino que es el Claustro y Mosteiro de los Jerónimos en Lisboa porque, “palabras textuales”, aquello es una iglesia… Como aquel otro que ante un hermoso cuadro del Congreso español pretendía que lo retirasen porque aparecía un obispo en el lienzo. Mire por donde era el Cardenal Quevedo en las Cortes de Cádiz. Seamos sinceros. ¿Qué sería de España sin el arte religioso que se conserva en calles, museos y recintos eclesiales? Y nada digamos de Montserrat, el Pilar de Zaragoza, la Sagrada Familia o la Catedral de Santiago. Todo ello debe ser objetivamente reconocido como un valor innegable por muy ateos que algunos pretendan ser.
Entonces, lo anterior es un ejemplo pero que refleja el nivel cultural que cualquier representante del pueblo debiera tener al margen de los conocimientos de historia imprescindibles, creo yo, para sentarse en la Carrera de San Jerónimo. Sin una base cultural, una formación seria y una esmerada educación algunos por coherencia debieran abstenerse de ocupar los lugares de los padres de la patria. Porque cada uno nace y es valido para unas cosas sin que lo sea para otras. Tan noble y digno es el barrendero como el rey. Los dos son personas pero cada uno para lo que está debe ser ejemplo y poner todo el esmero e incluso sacrificio para representar dignamente su cometido.
Las urnas, que ponen a cada uno en su lugar, vemos que van marginando a corruptos, ineptos e ineficaces. Por eso la elección debiera ser minuciosa, porque dan la impresión que algunos dan el paso a la cosa pública porque con ello sus emolumentos suben como la espuma, haciendo bueno el célebre refrán español: “Aceptando una cartera el político don Luis, dice hacer un sacrificio. ¡Sí, el del país!”. Sin duda echamos en falta hombres y mujeres que otrora, con gran dignidad, representaban al pueblo que se sentía orgulloso de verse representado. Hoy da la impresión de que escasea bastante esta especie. Y nada digamos de la elocuencia de algunos. A veces da verdadera pena ver como se expresan y sobre todo como rebaten las opiniones del contrario.
Hemos visto en más de una ocasión intervenciones de cuando menos mala educación o grosería. Recuerdo una visita a Lisboa del difunto Manuel Marín que dejó la presidencia de la Cámara y me decía con pena que lo había dejado porque allí había algunos que le amargaban la vida de manera reiterada y sin educación
Pues eso, ahora que comienza una nueva legislatura plural sería de desear cordura y sensatez para desbrozar corrupciones y marginar a elementos que nunca allídebieron ir. Porque además, en el colmo de la desfachatez algunos se convierten en auténticos depredadores del lenguaje de Cervantes. En más de una ocasión he tenido que consultar al María Moliner para ver si el equivocado era yo.
Como la esperanza es lo último, deseamos que en el hemiciclo se sienten los más sensatos y cuerdos del momento. De lo contrario ¿a dónde nos quieren llevar?

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