aquel día, dios bajó a la tierra

Nunca se había pasado por aquí y cuando pretendió venir, se quedó enganchado en una trampa. Eso nunca le pasaba en otros lugares, otras gentes de otros mundos adoraban el don de la vida y lo dejaban tranquilo. Aquí en cambio se mataba y se comenzaban guerras en su nombre, a lo largo de la historia se habían cometido las atrocidades más genuinamente humanas para cumplir su palabra divina.

Para Dios, que un par de centurias suponen parpadeos, recordó el poco tiempo que hacía desde la abolición, en las cortes de Cádiz en 1812, del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición. La Inquisición había dado rienda suelta a los sociópatas y psicópatas de las curias poderosas que no eran capaces de sentir y que aún hoy día eran personas desadaptadas y disfuncionales (la pederastia reflejaba en Dios una pena infinita). Desde su fundación en 1184 para combatir la herejía cátara, habían estado utilizando a Dios para acumular poder y riquezas, para matar a los hermanos que pensaban de forma diferente y que se dirigían a Dios de una manera distinta. Durante seis siglos habían masacrado a la gente y se habían meado sobre su espiritualidad, destruyeron culturas milenarias y se granjearon el dudoso honor de ser el origen de la 'Leyenda negra'.

Hoy día, la historia se repetía en cierto sentido. A Dios, al vernos tan equipados tecnológicamente hablando, le sorprendió el hecho de que toda esa evolución nos impedía ver que varias esferas fundamentales, tanto sociales como personales, espirituales y profanas tenían la esencia misma de la época medieval. De todas las cosas que muchos afirmaban que Dios había dicho, había un par que le molestaban especialmente. Aquel día les gritó a todas las personas del mundo que él se había limitado a dar rienda suelta a la Vida y ésta, por medio de la evolución, había dado todo lo que hay y habrá. La mujer no derivaba del hombre, dijo, nunca fue una costilla. Los libros sagrados, aunque muy profundos, creativos y preciosos en muchos casos, eran puramente representaciones humanas, todo y nada había de Dios en ellos. Bajó para decirle a la gente que no había divinidad fuera de la vida (vida y muerte) que lo sacro era todo, que eran ellos los que decidían su rumbo. Él jamás influyó ni influiría. Ese día dejó bien claro que nadie podría hablar en su nombre, simplemente si alguien decía hacerlo, mentía.

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