Opinión

Democracia y valores

Ciertamente, desde la década de los setenta del siglo pasado  más de cuarenta países han "abandonado" los sistemas autoritarios o dictatoriales para engrosar las filas del movimiento democrático. Algunos, afortunadamente muchos menos, han seguido la vía contraria. Sin embargo, los peligros que acechan al sistema democrático no son pequeños: el clamor a favor de la autodeterminación ha resucitado conflictos étnicos de graves consecuencias y, sobre todo, la enorme disparidad económica entre el Norte y Sur suscita inestabilidad y problemas en lo que se refiere a la explotación de los recursos naturales. Además, los avances tecnológicos pueden provocar que las armas nucleares sean utilizadas ilegítimamente. Ahora bien, los peligros y la autocrítica de la democracia sólo pueden combatirse eficazmente si esos valores propios, genuinos del ideal democrático, son encarnados por todos los ciudadanos. 
  Francis Fukuyama decía en su célebre teoría del final de la historia que tal vez somos testigos del punto final de la evolución ideológica del hombre y de la universalización de la democracia liberal de Occidente como la forma definitiva del gobierno humano. Personalmente deseo que la democracia, perfeccionada, sea el sistema definitivo de gobierno, pero dudo que la evolución ideológica del hombre haya llegado a un punto sin retorno. Ken Jowitt autor, entre otras teorías, de la tesis de la "extinción leninista" señala que el vacío creado a raíz del derrumbamiento marxista puede ser colmado por nuevas ideologías, alguna de las cuales, en forma de populismo, gobierna en varias latitudes y  en el viejo continente va ganando adeptos gracias a la incapacidad de los partidos tradicionales por ofrecer soluciones reales a los problemas colectivos de los ciudadanos y por la creciente corrupción que los está devorando.  
Jean Daniel señaló hace ya algún tiempo, 1993, que “la democracia, un  régimen que invita al vicio, está condenada a la virtud si no quiere desaparecer". En otras palabras, precisamos, el mundo actual precisa, de  personas con cualidades democráticas; de gente que aspire vivir en clave de valores, de ciudadanos que estén en sintonía con la grandeza que encierra la dignidad humana y quieran defenderla con una vida íntegra, responsable y libre.

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