Opinión

La Casa Real no pidió a Urdangarin que devolviera el dinero

¿Por qué la Casa Real nunca requirió a Urdangarin que devolviera a las administraciones públicas de Valencia y Baleares el dinero que había obtenido de modo ilícito? ¿Por qué el asesor legal del Rey, Conde de Fontao, se limitó a decirle al marido de la infanta Cristina que se apartara del primer plano de sus negocios con Diego Torres? ¿Por qué el mismo emisario real no dijo la verdad cuando depuso ante el juez instructor y ante el tribunal del caso Nóos? Estas son algunas de las preguntas a las que responde el libro de Pilar Urbano “La pieza 25. Operación salvar a la infanta”, una rigurosa investigación que profundiza, de la mano del propio juez instructor del asunto en que se vio envuelta la Casa Real y que, de momento, sigue pendiente de concluir judicialmente, ante los recursos de los condenados principales, Iñaki Urdangarín y Diego Torres.
El libro revela aspectos desconocidos del caso: las presiones y los intentos de intimidación a que fue sometido el juez Castro, el control de sus teléfonos, los seguimientos, los intentos de la Casa Real de que se entrevista con uno de sus emisarios, el acoso con diversas formas (incluso depositaron excrementos humanos en la puerta de su casa). El libro relata enuncia con pelos y señales la confabulación del propio Estado para “salvar a la infanta”, como realmente se logró, pese a las evidencias de su implicación en los negocios de su esposo y el sus beneficios.
Es un libro para digerir con calma. Como es posible que de la noche a la mañana un ex jugador de balonmano, sin experiencia ni contraste alguno, es nombrado consejero de algunas de las principales compañías mercantiles de Espala Y, sobre todo, ¿cómo se le abren todas las puertas y se le otorga un caudal de dinero público para sus negocios sin el menos control, sin el menor respeto a las normas vigentes para los contratos públicos por servicios que ni siquiera se prestan, o con la misma largueza toda clase de empresas requieren sus servicios desde Repsol a Telefónica o clubes de fútbol como el Valencia.
Uno de los dos más indignantes es la evidencia de que cuando un diputado socialista del Parlamento Balear pregunta sobre los contratos con Nóos, la Casa Real se moviliza para que el asunto no pase de ahí, y se logra y sólo cuando el escándalo es ya imparable manda a un emisario para el yerno del Rey se aparte del primer plano, pero no realmente de los negocios.
La organización criminal es perfecta: una empresa matriz sin ánimo de lucro que consigue, sin el menos esfuerzo, fondos públicos para actividades que, en algunos casos, ni se realizan; una malla de empresas proveedoras de la primera que supuestamente prestan los servicios, y facturan por encima de los precios del mercado; otra malla de cuentas en el extranjero para el desvió de los fondos, contrataciones y facturas falsas para justificar el trasvase de dinero….Y eso con las administraciones, pero el mismo esquema se produce con clientes privados.
Y cuando la cosa es ya de tal calibre, se manda a Urdangarin a la capital de los Estados Unidos con un sueldo de alto ejecutivo, difusas por no decir nulas funciones en un puesto fabricado para él en Telefónica. Y por el medio hasta aparece una de las barraganas de su suegro, la famosa y falsa princesa Corinna, ofreciéndole un empleo –que a Iñaki le parece poco- de 200.000 anuales.
La Casa Real sale muy mal parada de esta historia: el dinero que Juan Carlos aporta y que no paga impuestos para la compra del palacete de Pedralbes; las intromisiones directas de la Casa Real en un intento de frenar el caso, especialmente en lo que se refiere a la infanta. El papel del Estado que emplea al fiscal, a su abogado y hasta a la Agencia Tributaria como defensores de Cristina, la sentencia que la absuelve, pese a la impecable instrucción del juez Castro, que demuestra la implicación de ésta con la misma responsabilidad que su marido en alguna de las sociedades pantalla.
El libro ha de leerse con calma. Para digerir la indignación.
 

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