Opinión

Camisetas de manteles

Sospecho que no soy el único en alegrarme del pase a la final de Croacia. Se adivina un ambiente mayoritariamente favorable a los intereses de esta selección –love is in the air- que representa a un país que no llega a los  cuatro millones de habitantes reconstruido tras los horrores de una de las guerras más crueles y sanguinarias vividas por la Humanidad reciente. De hecho, y es sin duda una de las razones por las que la opinión pública siente debilidad por este equipo, la práctica totalidad de la plantilla que va a jugar con Francia la final del Campeonato del Mundo, está compuesta por niños de la guerra algunos de los cuales todavía guardan en la retina momentos de pesadilla que los han marcado para siempre. Es el caso de Mario Mandzukic, cuya existencia de refugiado comenzó a los seis años huyendo con su familia de la ciudad en la que vivían y en la que fueron asesinados veintiocho niños. O es la historia de  Rakitic cuya familia recibía en su exilio suizo anónimos con amenazas de muerte por haber abandonado un país asolado por los horrores del conflicto. O la de Loveren en la puerta de cuya casa asesinaban a cuchilladas a sus paisanos. O la de Modric, cuya familia hubo de salir huyendo para no ser exterminada en masa y aprendió a vivir en un refugio. Es la durísima experiencia que se ha aferrado a la retina de Subasic y su fraternal amigo muerto, o de Perisc, o Kovasic… Se trata de una generación de jugadores que ha logrado convertir el fútbol en el principal antídoto para combatir el sufrimiento extremo.
Esta condición que convierte a los futbolistas de un país pequeño y torturado en la quintaesencia de la sorpresa–un técnico argentino se tomó a chacota a los rivales de la albiceleste argumentando que como no tenían dinero para camisetas las confeccionaron con manteles sin saber lo que les venía encima-  ha conseguido también construir un prototipo de jugador que nunca se entrega. Y ese arrojo casi suicida que sabe sobreponerse a todo hace de estos jóvenes balcánicos de larga nariz y ojos profundos un enemigo terrible.
 Pero es que además de valerosos e irreductibles son muy buenos. No es casualidad que todos ellos militen en los mejores equipos del planeta.  Ojo con ellos.

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