Opinión

La calle de la discordia

Me temo que al ayuntamiento de la ciudad de Liverpool se le plantea una vez más el recurrente conflicto de su calle más emblemática. La que Paul McCartney inmortalizó en su canción Penny Lane, por la que ha conseguido un puesto de privilegio en el imaginario universal. Como mucha gente sabe, el personaje a la que está dedicada esta larga arteria urbana cuajada de citas populares que el músico británico fue desgranando una por una en su famosa obra –el peluquero que tenía las fotos de sus clientes en su escaparate, el empleado de banca que vestía un impermeable, el bombero que sacaba brillo a su coche bomba, las enfermeras vendiendo amapolas, la rotonda y todo lo demás- fue un redomado tratante de esclavos llamado John Penny, que en el siglo XVIII convirtió el puerto de Liverpool en una referencia del tráfico de mercancía humana como bien puede observarse en el museo naval de la ciudad que ha dedicado toda una planta a dar a conocer y purgar  semejante crimen.

De hecho, hace unos días, el propio McCartney ha hecho público un comentario personal recordado cuando los Beatles se negaron a participar en un concierto programado en Jacksonville si se aplicaban las leyes de la segregación racial. Impusieron su criterio y, desde entonces,  su negativa a actuar con reglas racistas figuró en las clausulas de sus conciertos. Paul pide al mundo en este comentario emitido por la red, justicia para la familia de George Floyd, y me atrevería a suponer que respaldaría incluso que la calle de su ciudad dedicada al comerciante negrero cambiara de nombre. Quizá lo más adecuado es que, a partir de ahora, se la dedicaran a él mismo, como el consistorio dedicó a John Lennon el nombre de su aeropuerto internacional.

Yo nunca he creído que fuera bueno cambiar el nombre otorgado a lugares urbanos ni me ha resultado satisfactorio contemplar el derribo de estatuas. Cada uno de esos símbolos y manifestaciones forman parte de la Historia, y si recuerdan malos momentos bueno es tener símbolos e imágenes presentes para que los errores no se repitan. Pero el debate sobre Penny Lane aparece cíclicamente en los plenos del ayuntamiento de la capital del Mersey sin que por el momento los partidarios del cambio hayan ganado la partida. Supongo que volverán a la carga en estos días. John Penny fue un auténtico criminal, pero Penny Lane es una obra maestra que se merece seguir siéndolo. Ahí lo dejo.

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