Opinión

Hasta aquí hemos llegado

Entre el asombro y la perplejidad hemos leído en los medios de comunicación una intervención de Bildu. Aunque, a decir verdad, para nada nos sorprende a muchos conociendo la ideología de ese partido abertzale. El líder de Sortu y parlamentario de EH Bildu, Arkaitz Rodríguez (dirigente abertzale que estuvo en prisión en tres ocasiones acusado de pertenecer a ETA, las dos primeras veces absuelto y, en 2009, condenado junto a Otegui y otros dirigentes abertzales a seis años de prisión por pertenencia a banda armada) ha dejado claras en el Parlamento vasco cuáles son las intenciones: “Nosotros vamos a Madrid a tumbar definitivamente el régimen”. Y además con un matiz: “Mientras el PNV participa en la política española para mendigar y para sostener el régimen en beneficio de unos pocos, la coalición batasuna va a Madrid a tumbar definitivamente ese régimen en beneficio de las mayorías y de los pueblos”. Y Arnaldo Otegi, con tantos crímenes probados, acaba de decir: “Si queremos que España sea republicana y laica, antes tiene que estar rota”.

Le respondió la diputada del PNV Itxaso Berrojalbiz, reprochando a EH Bildu que ponga zancadillas a la aprobación de las cuentas vascas mientras “no tiene problema en apoyar unos Presupuestos Generales del Estado”. Estos señores, además, son incoherentes ya que han jurado o prometido la fidelidad al rey y a la Constitución.

Si queremos algunos precedentes, tenemos que saber leer la historia de este país. Por ejemplo: “¡Matadlos, que son curas!”, a la orden de Largo Caballero. Tras este grito, un grupo de jóvenes seminaristas fueron asesinados el 7 de octubre de 1934 durante la Revolución de Asturias. Astu Nin, jefe del POUM y que más tarde sería víctima de los comunistas, escribió en La Vanguardia: “La clase obrera ha resuelto el problema de la Iglesia sencillamente, no dejando en pie ni una siquiera”. Y así daba comienzo la mayor persecución religiosa que hubo en tan poco tiempo en toda la historia de la Iglesia. Los mártires españoles rigurosamente fueron unos diez mil. Ahora, Indalecio Prieto y Largo Caballero tienen levantados en Madrid sendos monumentos. ¿La memoria histórica?

¿Qué pretenden los independentistas con esas afirmaciones? ¿Revivir aquellos crueles hechos y dividir a España en dos? ¿Romper la concordia, el diálogo, la paz social y el entendimiento? ¿Los populismos aplauden, apoyan e incluso muchas veces incentivan estas posturas? Eso sí, cobrando buenos dividendos por su sillón en el Congreso a costa de todos los españoles. Es la realidad. Se aprovechan de la situación y además pretenden derrumbar este Estado. Increíble incongruencia, falta de lógica y grandes dosis de arrogancia injustificada.

Pero lo más grave es que quienes están obligados por juramento o promesa lo consientan o miren para otro lado, e incluso se unan a estos señores para conservar su estatus. Tremendo cambalache al que estamos asistiendo. Las leyes son para cumplirlas y hacerlas cumplir por parte de quien tiene esa misión. En un país tan plural hay personas de derechas, de izquierdas y de centro lo cual parece lógico siempre y cuando impere el respeto mutuo y tratar de un entendimiento que beneficie a la mayoría de la ciudadanía.

La historia camina hacia adelante y es llegado el momento en que el poder ejecutivo y judicial pongan de una vez las cosas en su lugar, mirando al bien común al margen de presiones interesadas. Ejercer la autoridad es una de las exigencias ineludibles de cada gobierno y creo que ha llegado el momento de decir “hasta aquí hemos llegado” y punto, caiga quien caiga. Lo demás es provocar tensión e incertidumbre en el pueblo que desea paz y entendimiento y que nunca va a olvidar los miles de muertos que padeció este país.

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