Opinión

Al escondite inglés

La legalidad establecida por la Junta Electoral Central ha determinado que no habrá debate a cinco en A3 Media sino debate a cuatro, porque el máximo órgano de decisión en materia electoral interpreta que solo pueden intervenir en el diálogo los partidos que tienen representación parlamentaria en todo el territorio nacional eliminando así a Vox que todavía no lo ha conseguido, y a otras formaciones que no abarcan todas las circunscripciones electorales. En respuesta a esta sentencia, el presidente Sánchez no acudirá al debate hace tiempo pactado con la cadena privada, y en consecuencia, el famoso debate de Antena 3 -que presentarán Ana Pastor y Vicente Vallés- se reducirá a tres presencias. Pablo Casado estará por el PP, Albert Rivera representará a Ciudadanos, y Pablo Iglesias lo hará por Unidas Podemos. 
Nunca he tenido mucha fe en los debates televisivos sobre todo si son a más voces que un cara a cara. Las reglas que se plantean en citas como esta son tan estrictas y estiradas que se borra en el encuentro todo vestigio de improvisación y frescura. Se convierten por tanto en batallas antipáticas, estiradas y previstas, lo que los hace aburridos y demasiado largos. La experiencia explica también que si no existe un protocolo de actuación aprobado por todos los presentes, el caos invade el campo de juego y no es posible que se entienda nadie. Por consiguiente, si se regulan mucho son aburridos y si se regulan poco son impracticables.
Sin embargo, por muy poca confianza que despierte en sujetos como yo que ya no se fían de casi nadie, un debate sin la presencia de uno de los protagonistas de la pelea es un debate incompleto e inválido. No es ilustrativo, no abarca todo el espectro y no puede satisfacer a nadie. En el de Antena 3 va a faltar nada menos que el presidente del Gobierno, sospecho que muy contento tras la decisión de la Junta, porque le va a permitir de escaparse de la quema,  lavarse la manos y esperar que los otros se devoren entre ellos. Sin embargo, no creo que esta situación pueda considerarse satisfactoria y es la democracia la que pierde en este juego del escondite inglés en el que el escenario político nacional lleva  mucho tiempo convertido. 
No es buena esta campaña. Ni buena, ni ilustre, lo cual pagaremos más tarde o más temprano.

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