Opinión

2.328 horas de gracia (y de gracias) para PS

Si es verdad que a un Gobierno hay que concederle cien días de gracia para ver sus primeras actuaciones, a Pedro Sánchez (PS en adelante) le quedan 97 días, lo que se traduce en 2.328 horas, antes de empezar a recibir palos y críticas inmisericordes... o, rara avis en este país nuestro, plácemes y elogios por la buena actuación que pueda desarrollar. Hablando de plácemes, no ha podido tener más desde que el Gobierno, en estrategia de comunicación que revela que hay alguien que sabe tras las bambalinas, se presentó en pequeñas dosis a la opinión pública. Pero también han comenzado a llegar ataques de grueso calibre y cuya mano se adivina: la de haber empezado a hacer `concesiones` al independentismo catalán es el más significativo de estos misiles dirigidos contra el flamante Ejecutivo.
La verdad es que el mal resultado hasta ahora de la política gubernamental en lo que se refiere a Cataluña debería convencernos de que es, al menos, necesaria otra actitud, diferente estrategia, otras tácticas. Y levantar el control financiero a la Generalitat, sobre todo una vez que concluyó la `tutela` del artículo 155 sobre la autonomía catalana, no es sino la medida más lógica del mundo.
Como lo es la de telefonear a todos los presidentes autonómicos, para citarlos en La Moncloa. Y, ¿cómo excluir a Quim Torra, que, nos guste o no -que no-, es el molt honorable presidente de la Generalitat de Catalunya, de estas llamadas? Yo diría que PS y el PSOE han tendido la mano: a ver qué hace Torra con ella. De momento, la portavoz Elsa Artadi, que es la mirada inteligente del Govern, ya ha dicho que "no declararemos la independencia en cuarenta y ocho horas". Ahora, hay que gestionar todo eso en plan 'Tarradellas y Suárez': ¿serán capaces los dos futuros interlocutores de llevarnos a otra 'conllevanza' para los próximos treinta años? Solamente eso justificaría la llegada, por métodos inéditos y sin duda discutibles, de PS a La Moncloa.
Sánchez ha hecho un Gobierno prudente, socialdemócrata, no excesivamente 'político' en el peor sentido del término, con una media de edad razonable y con alguna 'travesura', como la designación del ministro de Cultura, que sin duda nos va a dar tardes de gloria. No sé si con el escaso número de escaños con los que cuenta en el Parlamento, y más si están tan enfadados con él como parece los 'indepes', los de Bildu y, desde luego, los de Podemos, que sienten en él a un ingrato, va a poder hacer grandes cosas; así que tendrá que conformarse, al menos en estos días de gracia, con alentar algunas 'gracias' que difícilmente van a poder combatir la derecha y la izquierda. Guiños, por ejemplo, a la política de una mayor igualdad de género, al amparo de la discapacidad, pasos -cortos, me temo- encaminados a una mejor justicia distributiva en uno de los países europeos con mayores desigualdades... A ver quién dice que no a eso. ¿Dónde queda aquel PS que dijo que había que eliminar el Ministerio de Defensa? Que se atreve a repetírselo ahora a la gran Margarita Robles, que ya verá lo que es bueno.
Además, el PP, que ha salido muy seriamente laminado de la 'antipolítica' (razonable por lo demás en algunos aspectos) de Rajoy, bastante tiene con lamerse las heridas y buscar un nuevo conductor para su gran autobús. Ciudadanos y Podemos, los emergentes, tienen que replantear sus respectivas estrategias: los primeros, para poder llegar, dentro de año y medio, a un Gobierno de coalición con un PSOE sin duda hoy por hoy -mañana veremos- en alza. Los segundos, para convertirse en esa fuerza importante de la oposición 'a la izquierda de la izquierda', pero respaldando el sistema, que es cosa que los volatines de Pablo Iglesias a veces hacen dudar.
Pero todos, empezando, claro, por Sánchez, han de saber que los tiempos han cambiado: hasta los medios de comunicación más significativos están mudando, yo creo que para bien. Incluso el propio nuevo presidente del Gobierno está ahí probablemente, entre otras carambolas, porque supo dar un giro de ciento ochenta grados a su política de 'no es no'; ahora, al timón, solo le queda variar el rumbo de esta gran nave llamada España. Casi nada, total en 2.328 horas...

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