Cartas al director

Un hombre feliz

Todo mi amparo y mi apoyo para hacer feliz, si de mi depende, a una persona; pero no, por supuesto, si eso es a costa de la desgracia y el infortunio de los demás. Se avistan ya en el horizonte motivos claros para que nuestro temible Pablo antiespaña empiece su anhelada felicidad. Sabemos que este señor tiene su caldo de cultivo, su mayor presa, en el embarrado de la sociedad, la suciedad, la violencia, la ruina y el desacato a toda norma, orden y bienestar.
Su origen, bien conocido de todos, viene de un padre militante y colaborador de un grupo terrorista, el terrible FRAP, detenido por ello en 1973. Este grupo tiene como éxito más notable el asesinato de 6 seres humanos, cometidos entre 1973 y 1975. El hijo de Javier Iglesias -el miembro del FRAP-, es doctor en violencia y populismo, con métodos semejantes a los de Hugo Chávez en Venezuela y su punto de mira está en conseguir de España y los españoles un desastre moral, social y económico semejantes a los de aquel país.
Ahora tiene el terreno abonado, tras la inacción del gobierno frente a la pandemia, la inseguridad jurídica en el mundo empresarial y el proyecto de relaciones laborales que le imponen los filoterroristas de Bildu; la industria y las inversiones huyen de nuestro país y en ese barrizal sale como salvapatrias Iglesias para organizar subvenciones y limosnas que esclavicen el voto a su favor. Solamente le falta a este señor incendiar las calles, algo que se les da muy bien a los borregos, y “a España no la va a conocer ni la madre que la parió”.