Cartas al director

Como un Señor de 27 años cambió la vida de una señora de 70

El día que empecé con las operaciones… Ahí empezó mi calvario. Tengo 5 vértebras lumbares y dos cervicales fijadas. Me han operado siete veces. Mis piernas se movían arrastrándose, la cabeza me dolía todos los días y noches, mis brazos no podían levantarse para hacer movimientos cotidianos y mi columna tenía dolor de arriba abajo. La rehabilitación me ayudaba momentáneamente, ya que la espalda se me quedaba sin movilidad y allí me aconsejaron ir a la piscina. ¡Bendita piscina! En la hora en la que entraba dentro del agua, mi cuerpo flotaba y no sentía toda la carga que suponía durante el día.
Un buen día tras escuchar varias opciones que podría hacer para recuperarme, decidí probar Pilates en un centro.  Allí al presentarme y hablar con el encargado de las clases, me dijo que mi estado actual necesitaría de una atención diferente. Fue justo en ese momento cuando encontré a mi salvación, un chico llamado David Rodríguez Rey, (Centro FISABI en Pontevedra), que se dedica al entrenamiento personal, después de haber hecho su carrera en Ciencias de la Actividad Física y Deportes. Colegiado 59.498. Tras hablar con él y explicarle todas las operaciones a las que me sometí, me dijo que podría abordar mi caso y me decidí a probar una sesión con él. 
El día que tuvimos la primera sesión me realizó una evaluación exhaustiva de cómo me movía, tanto parada como en movimiento y la fuerza que podía hacer con mis brazos, cuerpo y piernas. Yo salí de allí cansada pero sin dolor de cabeza y de espalda, que era lo que me extrañaba y a la vez me sorprendía, porque después de tantos tratamientos en rehabilitación nada conseguía dejarme bien durante más tiempo que un día. 
Esa sensación de verme tan bien, hizo que prosiguiese con más sesiones. Al principio hacía ejercicios en el suelo fáciles, trabajando mucho mi equilibrio y mi fuerza abdominal ¡Cómo me costaban esos ejercicios! 
Poco a poco fui progresando a ejercicios cada vez más erguida y donde trabajaba mis brazos, la parte alta de mi espalda, mi zona lumbar, todo esto siempre sin sentir dolor, y si lo sentía, me cambiaba el ejercicio al momento. 
Hubo días mejores y peores, pero tras varias semanas me sentía diferente.  El cansancio generalizado al hacer cosas de casa ya no lo tenía, caminar ya no me suponía tanto esfuerzo, para comprar una barra de pan (una cosa tan insignificante que antes me suponía todo un reto) voy todos los días sin tener que pararme por el camino. 
El momento en el que me di cuenta de que había hecho mucho avance fue cuando decidí ir a la playa. No hay cosa que más me guste que disfrutar de un baño, que por desgracia llevaba tiempo sin poder realizarlo sin que me ayudasen a entrar al agua. Cada vez que entraba al agua y una ola me golpeaba, todo mi cuerpo se resentía, notaba la molestia desde la espalda hasta el cuello, y de esa forma tenía que bañarme cada vez  menos por esos dolores. El día que me bañe en la playa tras conocer a David, eso no ocurrió, las olas me golpeaban y podía aguantar la fuerza que me empujaba, y lo que es mejor, no tuve ninguna molestia y me sentí ilusionada de poder hacer eso que tanto me gusta.
Aunque queda mucho para sentirme como estaba antes de las dichosas operaciones, ya no soy la que era, ahora puedo salir a tomar café con una amiga, cosa que antes no podía porque no era capaz de moverme de casa por los dolores.  Me alegro de haber conocido a David, y no solo de conocerlo, sino de saber que hay gente que se dedica a rehabilitar a personas como yo, para que puedan llevar una vida lo más normal posible. 
Él y todos los profesionales de su ámbito considero que podrían hacer una labor muy importante para la sociedad en los hospitales, llevando a cabo la rehabilitación tras operaciones como la mía.
¿Sería tan complicado, que la propia Sanidad incluyese un apartado de rehabilitación con estos profesionales? De esta manera no tendríamos que buscar la solución, estaría junto a los demás servicios, ahorrándonos tener que adivinar de la existencia de estos profesionales, o como en mi caso, hasta que me lo encontré de casualidad. Mientras tanto, yo seguiré con mis paseos por la playa, mis caminatas por Pontevedra y mis entrenamientos con David, disfrutando de volver a sentirme con fuerza otra vez.