Cartas al director

Veteranos: la otra cara

En las desiertas gradas de los campos municipales de futbol de Negreira, en Cepelo o en el García Calvo, suelen sentarse pandillas afines de antiguos jugadores, que bien por pasar el tiempo o ayudar a los clubs suelen asistir a los partidos de veteranos y de la S.D. soportando el frío, la lluvia y el resultado adverso más veces de las deseadas.
El otro día, acabando la primera parte, un veterano, que solo fue veterano o jugó al futbol ya de mayor -que muchos hay, y bastantes en más de lo que puedan creer- se acercó todo exultante a la tribuna y al banquillo para recibir el elogio y los aplausos tras haber marcado un gol.
Un jubilado ex emigrante alemán, buen jugador en sus años mozos por cierto, se levantó a su paso triunfal recriminándole airadamente que, en sus tiempos, aquel gol, punterazo donde los hubiera o hubiese, era declarado solo medio gol. Vergüenza debía de darle… ¡un punterazo!
Era la voz de un ex delantero catedrático tanto del bote pronto como de la tijera y de la vaselina.
Los años no perdonan. Ahí están las jugadas comenzadas y dejadas a medio hacer en las que se ve y se adivina la intención del jugador, pero que el peso del cuerpo y el paso de los años no es capaz de trasladar a su completa ejecución. La intención es buena, decimos a modo de consuelo. Y el que algo tuvo, retuvo, y se ven extraordinarias realizaciones y conclusiones.
También la chiripa. También. Tiene su aquel y su aparición y las acciones más increíbles, afortunadas y atolondradas pueden contemplarse a placer para disfrute de un fútbol que día tras día nos gusta más y de cuando en vez nos recuerda esa o aquella jugada digna de profesional, amateur o buen aficionado que un día hemos sido. Y a veces, cuando menos lo esperamos, la jocosidad del fallo y la maravillosa técnica más excelsa comen en el mismo rectángulo de juego y a pocos minutos de separación.
A poco para finalizar hicieron su entrada los directivos (léase papaítos) de un equipo juvenil arrastrando arcones con aguas y refrescos varios, vestuario y balones, cara opuesta de aquellos; cada uno con su mochila y su vestimenta y a veces con sus hijos y familiares; la auténtica esencia del fútbol, desbordando compañerismo, amistad, trabajo, ilusión y ¡cuántos contratiempos para disfrutar compitiendo y compartiendo unas horas de asueto y descanso ganado a pulso y bien merecido, recordando y viviendo otros tiempos con la pandilla de siempre! Y sin subvenciones ni ninguna clase de ayuda. El futbol en estado puro, lo demás...