Cartas al director

El estado de bienestar y la inmigración

Cuando se habla sobre la inmigración y el problema que genera en todos los países europeos, nos olvidamos que se trata de seres humanos, de personas como cualquier otro ciudadano del mundo, que se merecen, al menos, un respeto. 
A los políticos se le llena la boca al tratar este asunto como de un problema de Estado que  figura con carácter preferente en sus programas. Y en las encuestas y sondeos de opinión suele ocupar los primeros lugares. 
De hecho, en estos últimos días ya muy próximos a la cita con las urnas para elegir a los parlamentarios europeos, la inmigración es el caballo de batalla de muchos de los candidatos que van a representarnos en las instituciones europeas. 
La inmigración es, sin duda, un serio problema que todos los países europeos tienen que abordar porque se trata de una realidad incuestionable, pero debería tratarse con un enfoque muy diferente al que se le suele dar, porque siempre se nos presenta como una amenaza al estado de bienestar, y nunca se considera como lo que es realmente: un serio problema de seres humanos que huyen de la miseria y pobreza de sus países y arriesgan su vida para encontrar un mundo mejor.
Cuando un grupo de subsaharianos logran saltar la valla de Melilla o una patera consigue desembarcar en algún punto de la costa española, arriesgando sus vidas, se nos presentan como unos villanos que vienen a quitarnos el pan, y no como héroes anónimos, que es lo que verdaderamente son.
Sinceramente, creo que el problema de la inmigración no se está tratando con el respeto que merecen los seres humanos, pues se nos hace ver como uno de los principales problemas que nos acechan y que hay que ponerles freno porque se trata de una invasión en toda regla.
Señores diputados Europeos: pónganse por un momento en la piel de cualquier inmigrante que pisa por primera vez la Europa prometida, alejándose de sus países y arriesgando sus vidas para encontrar algo mejor,  y lo que encuentran es una Europa que les recibe a la defensiva.
Ya sé que no es un asunto menor, pero si los políticos están para algo será para resolver los problemas y no para hacer declaraciones sin contenido.  La inmigración no es un problema si no una realidad que debemos asumir creando los cauces adecuados para darle acomodo en nuestra sociedad, porque estamos hablando de personas. 
De hecho, la Convención Europea de Derechos Humanos, firmada 1953 por todos los Estado miembros, y que se ha ido ratificando año tras año, tiene por objeto proteger la libertad y los derechos humanos de todos los ciudadanos bajo cualquier jurisdicción y permite un control judicial del derecho de dichos derechos individuales, lo que supone que no se limita a los ciudadanos y a los residentes, si no a cualquier otra persona que se encuentre, desprotegida, en su territorio. 
Esta es, señores, la realidad. Mírenla de frente y afróntenla. Es, simple y llanamente, un problema humanitario.