Cartas al director

Aniversario de Juan Pablo II

El 18 de mayo se cumplían cien años del nacimiento del papa Juan Pablo II en Wadowice(Polonia).

Aquel 2 de abril del 2005 la gente ya se había pronunciado: "Santo súbito". Todo el mundo concordaba en que Juan Pablo II era un hombre santo. ¡Santo! ¡Santo!; así es como la gente conocía a su pastor; la historia lo conoce como San Juan Pablo II, el Grande.
Si en su poema Magnificat, Karol Wojtyla se dirigía a Dios como "escultor prodigioso", sin duda, él fue una de sus mejores esculturas. Escribía Shakespeare en "El sueño de una noche de verano" que "el ojo del poeta es un fino rodar frenético, mirada del cielo a la tierra y de la tierra al cielo."San Juan Pablo II tenía los ojos de un poeta místico que miraba de la tierra al cielo y desde allí contemplaba la humanidad. Tenía una mirada especial para los enfermos, los niños, los jóvenes, los que sufrían, la naturaleza, para Dios y por supuesto, para la Santísima Virgen. Siempre establecía un diálogo a través de la mirada. Miraba a la gente a los ojos, consciente de que es ahí donde se refugia la identidad del alma.
A menudo lo veíamos rezando cerrando sus ojos, escondiendo su cara entre las manos. Los flashes, los cantos y los gritos de la gente no perturbaban la interacción entre él y Dios o su madre. Sus ojos grisáceos reflejaban un alma noble y sus pupilas abrían las puertas de las profundidades interiores de su personalidad.
Y esos ojos dulces, tiernos, misericordiosos, se incendiaban ante las injusticias con la gente débil e indefensa; sentía la necesidad de estar cerca de ellos y el deber de alzar su voz a favor de ellos.