Cartas al director

Bienaventurada Virgen María

 Manantial de dulzura, mar inmenso de alivio,
Reina de los ángeles  y de los hombres,
mujer auténtica, anclada en la Palabra,
bendita entre las mujeres, acogedora y misionera.

Bienaventurada por excelencia,
con corazón femenino y paciente,
mujer eucarística, primera custodia de Cristo,
que diste cabida en tus pensamientos y acciones a Dios.

Las campanas, a veces, tienen grietas y suenan mal,
el sol,en ocasiones, se oculta y enmudecen los pájaros,
pero, ante la cruz te mantuviste mansa con los verdugos de tu Hijo,
condescendiente con los apóstoles que le abandonaron.

Doliente, con tu Hijo en brazos, que nos amó hasta el extremo,
desgarrada, lacrimosa, permaneciste de pie.

Tus lágrimas fecundas de dolor de madre son preciosas perlas,
que se transformaron en alegría como la mujer que tras el parto da a luz el fruto de sus entrañas.
Le dices bienaventurado al que sufre, al que llora,
y le das la certeza de que su amargura se trocará en alegría eterna, 
enjuagando con tus cabellos el agua de sus pupilas,
reafirmando la victoria sobre el mal y la muerte.