Cartas al director

LA PALABRA ESCRITA COMO úNICO PATRIMONIO

 “Si he perdido la vida, el tiempo, todo/ lo que tiré, como un anillo, al agua, / si he perdido la voz en la maleza, / me queda la palabra./ Si he perdido la sed, el hambre, todo/ lo que era mío y resultó ser nada,/ si he segado las sombras en silencio,/ me queda la palabra./ Si abrí los labios para ver el rostro/ puro y terrible de mi patria,/ si abrí los labios hasta desgarrármelos/ me queda la palabra” (Blas de Otero, “En el principio”).

 Verdad es, amigo cuando te referiste a mí en el periódico del pasado día 6, de no verme ruando por esta Augasquentes, que así bautizara Angel Valente. Los años para mí no pasan, sino más bien me pesan. Y cuán  pesan los condenados, que arqueándome la columna vertebral, penalizan a mis articulaciones inferiores. Castigo cruel del que yo no soy quien para juzgarlo. La Naturaleza, como bien tú sabes y amas, es muy sabia. Pero hay algo que, aun así, ella no puede arrebatarme, hasta ahora, y es la palabra. Y al no pronunciarla como quisiera con el amigo, me veo en la necesidad de escribirla. Es el único patrimonio que poseo y legaré. De los proverbios latinos, que escuchara del profesor del Instituto do Posío D. José Souto Vila, y obligado a presentarlos en una libreta de fin de curso, del que mayor recuerdo guardo fue “verba volant, scripta manent” (“las palabras vuelan, los escritos permanecen”).
Mis cartas al periódico, al que agradezco su acogida, no persiguen ningún otro objetivo más que la necesidad de hablar con el prójimo. No es mi oficio el análisis, eso se lo dejo a los profesionales remunerados de la pluma, que si es certera o no es cuestión de quien se haya forjado similar o contraria opinión. Es difícil tarea sustraerse a la mediocridad actual que impera y triunfa en nuestra sociedad. Por tal motivo, me afano en refugiarme en la belleza de la palabra, intentando granjearme la simpatía de las Musas del Parnaso. Si  para el Conde de Buffon, “el estilo es el hombre”, empeño pongo en ser portavoz de un estilo personal.
Afirmaba Savater, “que el mejor antídoto para la mediocridad es la lectura de un buen libro”. Siento pasión por la lectura. Corro el mismo riesgo que el personaje del glotón de Concepción Arenal en su fábula “El sobrio y el glotón”. En apotegma concluía: “Haga de esto aplicación/ el pedante presumido/ si porque mucho ha leído/ cree tener instrucción, / y siempre que a juzgar fuere/ la regla para sí tome: / No nutre lo que se come, / si no lo que se digiere”.
El hecho de que me hayas mencionado, siendo vos quien sois, has pulsado el timbre de mi vanidad. Decía Ernesto Sábato que “la vanidad es tan fantástica, que hasta nos induce a preocuparnos de lo que pensarán de nosotros una vez muertos y enterrados”. A mí no me preocupa cuando sea polvo, si ya de vivo gozo vanidoso de las palabras sinceras de un amigo.