Cartas al director

Gobernar es una cuestión de votos, no de estado

“El que quiera ser líder debe ser puente” (Proverbio galés) 

Cuando depositamos nuestro voto en las urnas, lo hacemos con la intención de que la lista por la que hemos optado sea la que consiga la mayoría suficiente para gobernar. Dado el fraccionamiento de partidos en la España actual, el panorama se complica a la hora de gobernar, ya que las mayorías absolutas empiezan a ser cosa del pasado. Así lo han decidido las urnas. Toca, pues, hablar de alianzas, de coaliciones. Alianzas más que por afinidad programática por concesiones. Las coaliciones se forman por una afinidad programática o ideológica. En la reciente historia de nuestra democracia, cuando no ha habido mayorías absolutas, se ha gobernado mediante fórmulas concesionarias, principalmente, con formaciones nacionalistas periféricas de perfil burgués o conservador. Debido a la aparición de un deseo de independentismo en la mayor fuerza nacionalista periférica, la catalana, la fórmula de la concesión se debilita, cuando no que la haga inviable en aras de un posible gobierno. No basta con el apoyo de otro nacionalismo de baja intensidad, como el vasco, por mucha concesión que se le otorgue.
La otra solución es que, contando con esa concesión, sea un gobierno de coalición dirigido por la lista más votada. Coalición por una afinidad programática o ideológica. Pero es aquí donde radica el problema. La afinidad programática surge de una sintonía ideológica. Para definirlo en términos vulgares, ser los coaligados de izquierdas o de derechas. Lo que no cabe es la ambigüedad que manifiesta Pedro Sánchez, fruto de su mediocridad. Desprecia los votos de quienes, mayoritariamente, le ayudaron a gobernar mediante una moción de censura a un gobierno conservador. Ahora les pide “cooperación”, y para ello les ofrece “puestos importantes en la Administración”. La función de tales puestos es ejecutar los acuerdos de un Consejo de Ministros. Son acuerdos políticos, de los que los “cooperantes” serán ajenos y que, sin embargo, estarán obligados a refrendar en el Parlamento, por lealtad al cargo. Poner en valor “la teoría del ogro filantrópico” de la que hablaba el premio Nobel Octavio Paz.
Lo que es bochornoso es que le pida a la oposición a que se abstenga para que prospere la investidura. Abstenerse en este caso es apoyarle. Debería recordar su famoso “no es no”, cuando el PP le pedía la abstención, y dimitió cuando su partido le hizo caso omiso. Apela que es una cuestión de Estado. No Pedro, no. Es una cuestión de votos.  Quien vota a la derecha, quiere que ésta gane, y si ello no es así, es para que haga oposición a la supuesta izquierda gobernante. La estabilidad argüida no es panacea política alguna. En sus viajes a Bruselas habrá conocido que Bélgica hace años estuvo 540 días sin gobierno. Ese país sobrevivió, y en muchos aspectos mejoró en aquel tiempo sin gobierno. El puente ha de ser sólido, o no lo es.