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Vigueses vacunan a sus hijos en Portugal de meningitis B

La Fundación Irene Megías suma 5.000 firmas para que lograr que esté disponible en España

Numerosas familias de la comarca de Vigo están acudiendo a las farmacias de Portugal a comprar la vacuna frente al meningococo B que no está disponible en España y también están solicitando que se la pongan a sus hijos en los centros de salud de la frontera lusa como Valença o Monçao, entre otros. Enfermeros españoles que trabajan en Portugal confirman esta situación. Los padres españoles recurren a Portugal primero porque en España no está a la venta la vacuna y segundo porque,  aunque la hayan comprado fuera del país, en los centros de salud gallegos les han dicho que ellos no tienen autorización para ponerla. En Portugal el trámite que deben realizar es hacerse la tarjeta sanitaria europea y lleva a cabo una inscripción esporádica para ser atendidos.
El Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría recomendó el año pasado  introducir la vacuna frente al meningococo B en el calendario infantil a partir de los dos meses de edad, como sucede en el resto de Europa, sin  embargo el Ministerio de Sanidad optó por dejarla fuera. En concreto, el uso de esta vacuna se restringe a los  hospitales públicos y solo para casos de personas con inmunodeficiencias o en caso de brotes epidémicos. Tampoco está a la venta en farmacias, aunque los cuatro colegios de farmacéuticos de Galicia sí se implicaron en una campaña de información sobre esta enfermedad con la Fundación Irene Megías contra la Meningitis. Este colectivo, que en Galicia preside la médico viguesa Cristina Regojo, está luchando para que el Ministerio de Sanidad cambie de postura y abrió una recogida de firmas en la plataforma change.org con cerca de 5.000 apoyos para el acceso a esta vacuna.
El meningococo B es la bacteria que provoca 8 de cada 10 casos de meningitis y sepsis bacteriana por meningococo en España. El 80% de los afectados son niños menores de 5 años y adolescentes entre 15 y 24 años. Los resultados son muchas veces trágicos, con el fallecimiento o secuelas severas como parálisis cerebral, amputaciones, sordera y daños orgánicos. 

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