LA TERCERA OLA DEL COVID

Víctimas del covid: una historia detrás de cada número

Los trabajadores del cementerio se han adaptado a las nuevas circunstancias.
photo_camera Los trabajadores del cementerio se han adaptado a las nuevas circunstancias.
Familiares de fallecidos continúan despidiendo en soledad a sus seres queridos en el mes crítico de la tercera ola

 “La gente no se da cuenta pero detrás de las cifras de fallecidos hay personas. Cada número es un ser humano con nombre y apellido que se va”.  Con la tristeza todavía muy honda, una mujer limpiaba ayer en el cementerio de Bouzas la lápida de un familiar,  una de las últimas víctimas en Vigo. “Era muy joven, solo 65 años, y estaba perfectamente, pero se infectó de covid y no lo superó”, afirma. No quiere hablar del tema, “ha sido muy reciente y estamos destrozados”. 
 Su historia, por desgracia es una más, dentro de un recuento diario que ha convertido  enero, tras marzo y noviembre, en el mes crítico de la tercera ola, con una media de dos fallecimientos al día en el área sanitaria, ya por encima de los 300 muertos por covid. 

“Los decesos se mantienen más o menos en general a niveles de otros años por estas fechas”, explican desde  la oficina del cementerio donde reconocen no obstante que “el panorama evoluciona y fluctúa de una semana a otra”.
Tanto los camposantos como las funerarias mantienen el servicio pese a las dificultades y las restricciones. Son muchas las personas que trabajan día a día con la muerte y con la soledad de las familias por las limitaciones sanitarias. Trabajadores  aseguraban que se han tenido que adaptar  con la pandemia, “cuando hay un entierro de una persona fallecida por covid, nos avisan y nos preparamos con todas las medidas de protección necesarias”. Ellos también coinciden en que enero y febrero suelen ser meses difíciles siempre y, aunque a nivel estadístico las víctimas del covid  no destaquen sí lo hacen a nivel personal,  “porque se extiende el miedo”.

Con los velatorios y los entierros mermados, el cierre perimetral tampoco ayuda. Solo el viernes, en el tanatorio de Pereiró, las salas estaban prácticamente al  máximo de ocupación por fallecimientos, pero nada que ver con las despedidas precovid. Fuentes del sector funerario cuentan que ha habido un incremento de incineraciones  frente a los entierros en Vigo ciudad pero no obligatoriamente por el virus, sino porque en las grandes ciudades cada vez son menos los que poseen un nicho en propiedad y  es complicado hacer frente al coste. En los municipios del área, la situación es diferente y las familias tienen como patrimonio un lugar donde descansar junto a sus descendientes.

Quienes se acercan al cementerio a visitar a sus muertos y quienes trabajan en este ámbito coinciden en que desde que llegó la pandemia son mucho mayores las dosis de tristeza y soledad. Hasta el primer estado de alarma había funerales con 200 o 300 personas, ahora el máximo está en 25 y los duelos se acortan.

La evolución de la situación sanitaria ha llevado a endurecer en las últimas semanas las medidas y la Xunta anuncia la posibilidad de nuevas restricciones sin que de momento se hayan extendido a los fallecimientos y funerales o enterramientos.  A pesar de todo, la propagación de los contagios ha tenido su propia afectación en un área de Vigo dispersa, con limitaciones y déficit de sacerdotes. En noviembre tuvieron que cerrar de forma temporal once parroquias de la Diócesis por no poder sustituir las bajas por contagio.

“Los jóvenes y la sociedad en general se ha relajado en verano y en Navidades y ahora estamos otra vez como al principio, pero la gente muere, está pasando y lo hacen en soledad. Es muy duro”, explica un usuario del cementerio que llevaba flores a una tumba.

Humanizar a los fallecidos y empatizar con los familiares 

 Desde que comenzó la pandemia todo ha cambiado, también las despedidas de los seres queridos. Para José Luis Varela, de Pompas Fúnebres del Condado, lo peor es la gran soledad de las familias. “Nosotros les acompañamos en un momento especialmente díficil y duro, intentamos estar con los familiares”, afirma. 
 Ahora, explica, en sus tanatorios se han reducido un poco los tiempos desde el fallecimiento hasta el entierro y la incineración, como medida para evitar cualquier posible incidencia. Al margen del covid, sigue habiendo otras muchas causas de muerte, todavía la gran mayoría y para quienes trabajan en este sector, no hay distinciones, porque, asegura, el dolor  es similar. Varela coincide en que hay que  humanizar a las víctimas y  empatizar con quienes tienen que hacer frente una pérdida en unas circunstancias con limitaciones.

Te puede interesar