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Personal de UCI, agotado y sin ver el final, reclama prudencia en Navidad

Manuel Domínguez, Noelia Bara y Gema Pulido, en la UCI.
photo_camera Manuel Domínguez, Noelia Bara y Gema Pulido, en la UCI.
Aseguran que los pacientes críticos son más jóvenes en la segunda ola y recuerdan que el covid deja secuelas

  Agotados y sin ver la luz al final del túnel. Así viven los profesionales de la UCI del Cunqueiro la segunda ola de la pandemia. Llevan meses de trabajo intenso, sin apenas descanso ni relevo, y en el futuro inmediato están las Navidades, unas fiestas que les producen “pánico” y todos sus sinónimos  por las consecuencias que pueden tener en enero. “Lo importante ahora es sobrevivir a esto, si no tomamos medidas mucha gente no estará aquí el año que viene para reunirse con sus seres queridos. Pedimos prudencia y sensatez”. Esto afirma Pepa Rodríguez, médica intensivista, pero esta misma opinión la comparte el resto del equipo. 

Tanto la jefa de UCI, Lola Vila, como Pepa Rodríguez y la supervisora, Amparo Domínguez, afirman que se sienten “orgullosos” y “emocionados” de la respuesta de todo el equipo, que “dobla turnos y está haciendo más de lo que les corresponde cuando estabamos desbordados sin una queja en estos momentos tan duros”.

Están en primera línea de batalla, atendiendo a los pacientes críticos (“están muy malitos mucho tiempo”), y conocen la dureza de la enfermedad y sus secuelas. “Vuelven a casa pero muchos no vuelven a su vida normal, tiene que hacer muchas cosas para ir recuperándose al salir del hospital”, recuerdan.

La enfermera Noelia Bara cree que, aunque esto no es posible, vendría bien una visita guiada a la UCI para que la población conociese la realidad. “Ven la tele y parece que eso solo pasa en Madrid, pero pasa aquí al lado, en el Cunqueiro. Las escenas son dramáticas”.

En esta segunda ola están viendo a gente más joven que en la primera, muchos nacidos en los años 50. “Le puede tocar a cualquiera”, afirma Manuel Domínguez, celador de UCI. Destaca que al principio le llamaba la atención que cuando se comunicaban las personas que morían siempre se añadía que tenían patologías previas. “Era una forma de tranquilizar a la sociedad, de decir murió porque ya estaba mal. Pero no es así, a lo mejor podías vivir más tiempo con tu patología pero te mueres de covid”. Noelia Bara apunta que en Vigo no han tenido a pacientes de 20 años pero que pueden contagiar a sus padres y abuelos. Todos coinciden en que salvo excepciones la gente sí está concienciada. Les enfada ver aglomeraciones por ejemplo en el encendido de luces de Navidad de  Madrid (“todos necesitamos un poco de alegría pero no puede ser” dice Manuel) y a nivel local afirman que el fallo está en que “nos relajamos en las reuniones familiares. “Prudencia, cuidado y sensatez. Es un año, ya nos reuniremos cuando se pueda” pide Pepa Rodríguez de cara a las fechas que se avecinan.

“Vives situaciones de pacientes que te duelen, en una hora necesitan un tubo”

Profesionales de UCI de Madrid dejaron la profesión por la dureza de la pandemia, que además provocó problemas emocionales a muchos otros sanitarios. En Vigo no se llegó a este extremo, pero sí hay trabajadores de baja por estrés y depresión debido al covid. Preguntada sobre este asunto, Lola Vila reconoce ese agotamiento de los profesionales pero señala también que en Vigo no se vivió una situación límite como en Madrid, Oviedo o Granada. “Tenemos un hospital nuevo, con boxes cerrados y espaciados, pudimos separar pacientes covid y no covid, y no tuvimos problemas de camas ni de material ni se contagió nadie”. 

Los profesionales de la UCI señalan que tras un breve paréntesis en verano vuelven a estar como en marzo y que no ven el final. Se acaban llevando el problema a casa. “Tienes miedo de contagiar a tu familia y estás en casa pensando en el hospital. Estamos confinados como todo el mundo, sin acceso a ocio ni a evadirte, y tenemos escasez de personal. Es complicado que haya sustituciones y hacemos turnos en días libres”, explican.

Sufren desgaste físico porque llevar el epi muchaso horas es agotador, pero también mental. Gema Pulido afirma que “vives situaciones de pacientes que te duelen, estás viendo a tu padre, a tu marido, a tu hermano, y los ves sufrir porque no pueden estar con su familia”. La mayoría de los pacientes están intubados y con una situación crítica importante. En una ocasión extubaron a un paciente y le dieron una tablet para que pudiera hablar con su familia. Fue un momento emocionante para la familia y para el personal, pero al poco rato empeoró y fue necesario intubarle de nuevo. “Se nos puso un nudo en la garganta, estaban tan felices y tuvimos que decírselo a la familia. Al final se recuperó con el tiempo”. Lola Vila explica que esta situación explica cómo evolucionan estos pacientes, que en el momento están bien y en una hora necesitan un tubo. La enfermera añade que “vivimos situaciones en las que el paciente le está diciendo a su familia que lo van a intubar, es complicado”. El trabajo de estos meses les ha permitido ganar seguridad y tranquilidad en el trabajo, asegura Manuel. A diferencia de la primera ola, en la que disminuyeron los pacientes de otras patologías y en la que no llegaban los ictus y los infartos al hospital ni había accidentes debido al confinamiento, ahora atienden a pacientes covid y no covid. A este último grupo se sumarán ahora las otras patologías respiratorias.
 

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