DE VISITA A SAN SIMÓN

El paredón del lazareto

El paredón del cementerio de San Antón (la isla pequeña), donde hubo fusilamientos, con una inscripción al pie.
photo_camera El paredón del cementerio de San Antón (la isla pequeña), donde hubo fusilamientos, con una inscripción al pie.
La Historia se escribe con mayúscula en la reducida isla de San Simón, ahora con viajes los sábados con guías y salida desde el puerto de Vigo, una visita imprescindible para entender el nacimiento de la ciudad y su puerto

San Simón reúne en una diminuta superficie, apenas 2,7 hectáreas, buena parte de la historia de Vigo, de España e incluso de Europa. En sus aguas se dirimió la Guerra de Sucesión, el conflicto que enfrentó en Europa a Felipe V con Francia de aliado contra el pretendiente Carlos, con Austria, Holanda e Inglaterra de su parte; antes había pasado el inglés Francis Drake y después lo harían las tropas de Napoleón; más tarde, ya en la edad contemporánea llegaría su protagonismo absoluto como lazareto y prisión franquista. 

La batalla, conocida como Rande en España y de Vigo en toda Europa, fue una victoria/derrota: los galeones acabaron en el fondo de la Ría, donde siguen sus restos como pecios, pero Felipe V pudo desembarcar el tesoro y con ello ganar la guerra y convertirse finalmente en el primer rey de la dinastía Borbón, que aquí sigue tres siglos después. ¿Hubo tesoro? Sí, como cuentan los guías de San Simón, que recorren la diminuta isla donde en cada metro ha ocurrido algo relevante para la historia. Con respecto a la batalla naval, la flota que arribó hasta Vigo y desembarcó en Redondela, frente a la isla, traía el mayor cargamento de plata de los 300 años de dominio español en América. Se estima que el valor actual estaría en torno a los 50.000 millones de euros. Casi toda la plata del reino acabó en manos del rey, aunque una pequeña parte -pero relevante, la de comerciantes privados- se hundió y fue buscada en especial en el siglo XIX en sucesivas expediciones. De ello supo Julio Verne, que tiene estatua frente a San Simón, en recuerdo al episodio de la inmortal “20.000 leguas de viaje submarino”, cuando el Nautilus viaja hasta la Ría de Vigo para recoger partes del tesoro y poder así seguir navegando bajo los mares. El último que lo intentó en serio fue el submarinista y aventurero John Potter, que en los años cincuenta sacó del fondo cañones y anclas que hoy decoran el Castro. Y parece que también algo más tangible para sus bolsillos. Se sabe que vivió muy bien el resto de su vida. Sería por algo, explican los guías.

el guía ante el antiguo hotel, hoy con habitaciones para eventos.
el guía ante el antiguo hotel, hoy con habitaciones para eventos.

Hay mucho más en San Simón, que este verano puede ser visitada con viajes que parten desde Vigo los sábados con la naviera Mar de Ons, sin necesidad de hacer reserva como en Cíes. El viaje dura unos 45 minutos y el recorrido unas dos horas. En ellas se conoce los orígenes de la isla, que fue monasterio de templarios y benedictinos, aunque no hay restos de su presencia. Queda la ermita de San Simón, que es más reciente y que se encuentra vacía y con una imagen de San Pedro mutilada durante otra invasión, la francesa, en la que los soldados cortaban las manos de las imágenes en busca de otros tesoros… San Simón tuvo otra presencia famosa, la del pirata/sir Drake, que trató de llevarse todo lo que pudo durante su incursión feroz por la Ría, que incluyó el desembarco en Vigo y la toma de plaza durante unos días, hasta que tuvo que marcharse, frustrado.

Orfanato y la mayor tragedia en la Ría

Simón Pedro, sin manos.
Simón Pedro, sin manos.

La historia de San Simón continúa alternando alegría y tristeza. Tras el cierre de la prisión en los años cuarenta, las instalaciones del lazareto se reconvirtieron en orfanato, pero aquello no podía durar por el propio emplazamiento aislado, por lo que finalmente se cerró y transformó en campo de vacaciones hasta que un absurdo naufragio -una barca que unía con Cesantes y que estaba sobrecargada, la mayoría no sabía nada y se ahogó- acabó por significar el cierre definitivo de las instalaciones. En el lugar de la tragedia, la mayor en la Ría de Vigo con más de treinta fallecidos, se levantó un crucero. Y justo a su lado ahora se va extendiendo un bosque submarino con pinos que no ven apenas la luz y sirven de escondite y lugar de cría para los chocos de la Ría. Es el último servicio de San Simón a la causa. Como es conocido, hace unos años la isla pasó a manos de la Xunta, que encargó a César Portela la reforma de los edificios, ya entonces en estado de ruina, de cara a darle vida a la isla con conciertos -como Sinsal- o congresos. Los mejoró, respetando lo que ya había, y solo construyó dos miradores en ambos extremos, uno al pie del famoso Paseo dos Buxos, árboles arbustáceos que forman una bóveda singular y que componen la estampa de una isla tan próxima como desconocida, la que cantaron los poetas de la Ría, con Mendiño, el que esperaba por su amigo mientras se encontraba atrapado en el interior de la isla, cercado por las olas “que grandes son”.

Te puede interesar