Jean Pierre Garnier Malet está en Vigo. Llegó ayer al hotel Coia, acompañado por su mujer, Lucile, y un matrimonio vasco que gestiona sus intervenciones en España. Viene a dar un curso hoy y mañana para entender su teoría.
Al poco de instalarse concedió una entrevista a Atlántico para hablar de su descubrimiento. Avisa que sesenta minutos es muy poco tiempo para asimilar el trabajo de 25 años, dice a modo de consuelo y recomienda, cuando vaya a escribir, olvide sus notas y déjese guiar por la intuición, desee transmitir una idea positiva que ayude al lector, ya verá qué artículo fabuloso resulta. Le he dado varias vueltas a cómo abordar la información y finalmente decidí hacerle caso; después de todo es un doctor en Física.
La revista American Institute of Physics, de Nueva York, validó en 2006 la teoría del desdoblamiento del tiempo por prever y después explicar la llegada de los planetoides al cinturón de Kuiper que están detrás de las explosiones solares. Según Garnier, estos fenómenos provocan una apertura temporal donde se escapa información. Según sus cálculos se producen cada 90 años y con el más reciente, en 1989, comenzó el final de este ciclo.
El cansancio del viaje se refleja en su rostro. Sin ninguna prisa acude al lugar donde le espero. Irradia tranquilidad y sus ojos transmiten la resignación del que se sabe incomprendido. Al poco tiempo llega su mujer, Lucile. Más inquieta, nerviosa de que el mensaje no llegue con claridad, puntualiza el discurso final de Garnier. No tiene estudios de Física, pero afirma trabajar conjuntamente. No puedo evitar que una duda me asalte: estaré ante un visionario o ante un farsante. Mis conocimientos científicos son bastante limitados y en internet, las alusiones hacia el doctor y su teoría son escasas y poco esclarecedoras. Me lanzo y pregunto a ciegas sin saber si la entrevista llegará a alguna parte.
¿La teoría del desdoblamiento del tiempo que justifica el comportamiento de los astros es aplicable a nuestra realidad, mucho más insignificante?
Las leyes son iguales para el Universo que para nosotros. Estamos en el planeta, vivimos en el mundo y el universo está en nosotros.
Para explicar la existencia de nuestros dobles en otro tiempo y la constante relación entre nuestro ser del pasado, del presente y del futuro echa mano del movimiento helicoidal. ¿En qué consiste?
Es el desdoblamiento del tiempo. Se encuentra en la disposición del sistema planetario, en el gástrico y en nuestro ADN. La información se traslada a través del suyo.
Y en este circuito sostiene que el tiempo es discontinuo y que se alternan periodos perceptibles con otros que no lo son, en los que un doble nuestro viaja al futuro y recoge información con la que cambia nuestra vida.
Es un instante. Durante el día podemos hacer tonterías que arreglamos por la noche. Lo que interesa es lo que imaginamos, lo que pensamos porque es lo que podemos llegar a ser. Para eso vivimos en la Tierra, para arreglar el futuro. Con nuestros pensamientos fabricamos un potencial que se puede volver realidad.
Parece una forma de elegir el destino. ¿Se puede controlar?
La primera ley es controlar el pensamiento ¿Puedes? No. Vives lo que te imaginas, pero con retraso porque el movimiento planetario provoca ese desfase temporal. Todo lo que sucede es consecuencia del pensamiento. Cada uno fabrica multitud de potenciales que pueden ser adoptados por cualquiera. Es imposible hacer conscientemente la selección de estas imaginaciones.
Asegura que hay que dejarse guiar por ese doble.
No estoy obligado a vivir, lo vivo si quiero. Es la definición de la intuición, del instinto. Mientras dormimos, en esos flashes imperceptibles, nuestro doble viaja a fabricar el futuro, cuando vuelve no sabe lo que ha vivido, pero nuestra memoria ha cambiado. Tiene las claves para nuestro futuro, pero para obtener la respuesta es imprescindible hacer la pregunta.
Como el doble, ¿el sujeto original puede viajar en el tiempo?
No. Es muy peligroso. Se han hecho experimentos con fuerzas centrífugas y es difícil volver a integrarse en el cuerpo.
Doctor en Física, francés, de 72 años, especializado en la mecánica de los fluidos. Es considerado el padre del desdoblamiento del tiempo. Reside en París con su mujer Lucile, con la que comparte trabajo. Tiene dos hijos y tres nietos. Con su teoría sostiene que cada uno tiene un doble, que viaja al futuro en los periodos de tiempo no perceptibles conscientemente.
