ENRIQUE VEIGA Ingeniero vigués, inventor de la máquina que genera agua

“Hasta yo mismo me emociono con la máquina del agua, la gente se maravilla”

Enrique Veiga muestra la temperatura de la máquina, que baja a 20 bajo cero para generar agua.
photo_camera Enrique Veiga muestra la temperatura de la máquina, que baja a 20 bajo cero para generar agua.
El ingeniero e inventor Enrique Veiga González no ha perdido nada de su típico acento vigués (de Coia, precisa) pese a que dejó la ciudad a finales de los sesenta para irse primero a París, a completar sus estudios en frío industrial, luego a Canadá y finalmente a Sevilla, donde vive.

Su padre fue Camilo Veiga, quien fundó Amigos de Opera, presidió el Mercantil, y tiene calle en Bouzas. Enrique Veiga ha saltado a la fama gracias a su empresa Aquaer y su máquina generadora de agua, instalada con todo éxito en algunos de los lugares más secos del mundo, como el desierto de Irán, donde cada día obra el milagro de producir de la nada 15.000 litros. "De la nada no, del aire, por condensación", explica.
¿Cómo fue el inicio de su aventura?
Primero en Francia, donde me especialicé  el centro de frío más importante del mundo, empezaba entonces lo de la congelación. Tras estudiar Peritos en Vigo, iba a ir a trabajar a Casa Mar, pero mi padre me dijo que fuera a París y soy técnico superior por el Instituto francés de Frío Industrial. Luego me contrataron para Canadá, y estando allí me llamaron para ir a Sevilla, a transformar la actividad de pescado fresco en congelado y hacer frigoríficos y diseñar los barcos para pescar a Sudáfrica y ahí se hizo el "Barreras Massó" y otros barcos congeladores con las mismas característica, cargaban 1.500 toneladas de pescado.
En Sevilla se especializó en frío industrial para la pesca. 
Me vine a Sevilla. Ahí descubrí que podía improvisar porque no había nada y fui el primero  en montar  cintas transportadoras desde el barco. Con el calor de Sevilla, los armadores se ponían nerviosos, pero iba el "peixe" del barco a la factoría directamente, y me felicitaron. Así me quedé en Sevilla, con los Barreras 18 años, hasta que se deshicieron de esta empresas y me dediqué a mi actividad de ingeniería e hice un montón de frigoríficos en la zona.
Y llegó la máquina del agua.
Hace 20 años, en 1994, a raíz de la sequía, con mi experiencia del frío industrial alguien me dijo de obtener la máquina para agua Aqueaer. Había deshidratadores en el mercado, pero nuestra máquina está pensada para climas extremos, donde no hay otra forma de lograr agua. Es compleja, inteligente, se adapta a las circunstancias climatológicas que pueda haber.
Incluso en el desierto.
Si, en Irán hicimos la máquina que en la zona más desértica produce 15.000 litros al día, es la más grande porque va en un contenedor de 40 pies. También tenemos de 1.500 litros o de mil litros o 500. La que hemos mandado para Colombia, es distinta a la que tenemos en el Líbano, no es una igual a otra.
¿Tuvo problemas con la patente de su invento?
Tenemos la primera patente de 1998, duran 20 años, después se hizo otra por las modificaciones en 2005. Ya he ido a la oficina de patentes porque aparecieron otras, en fin. Le dije que entonces para qué sirve la patente.  Y me contestaron que para que pueda hacerla sin problemas.  Nos llaman de todas partes, esa es la verdad.
¿Cuánto cuesta su máquina? 
Las fabricamos según nos las piden. Unos 20.000 euros la de 500 litros.
¿Es la solución a los problemas? La gente se maravilla, es un milagro, hasta yo mismo me emociono. En Sevilla, con 35 grados y 40 por ciento de humedad relativa, en media hora gotea y al cabo de un rato cae una cortina de agua, como si fuera lluvia. El agua está en el aire y bajamos la temperatura por debajo del rocío hasta el punto en el que se condensa y así logramos el agua. 

"Todo el agua sale del océano que tenemos en el cielo"

¿Cómo consiguen el agua en las zonas desérticas, sin apenas humedad?
En Irán, Pakistán, Dubai tenemos que enfriar a -20 grados y así obtenemos hielo. Nos han cogido la máquina para campamentos de refugiados en el Líbano y es una maravilla: sale fresca, a 12 grados. Aconsejamos que se haga un análisis del ambiente antes, pero es agua de lluvia, perfectamente potable. Eso de echarle sales es una falacia. No hay que echar nada. 
¿No pensó en abrir su empresa en Vigo? 
Lo he pesando más de una vez. El problema es que no hay dos máquinas iguales y no se pueden hacer series. Las pequeñas pueden funcionar con energía solar. La de Líbano produce 500 litros y da de beber a más de 100 personas. Estamos ilusionadísimos, es el futuro. Tratan de compararlos con las desaladoras. Es otro método distinto: nos ponemos en el medio del desierto y ahí estamos, no hay otra forma de obtener agua que no sea del océano del cielo, muchos millones de metros cúbicos que están ahí, sobre nuestras cabezas. Este invento tiene que ir a mucho más, agua incluso a nivel doméstico para consumo propio. 

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