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“Falta empatía y normas para los que no pueden ir al colegio”

Los hijos de Cristina, de 10 y 13 años hacen sus deberes en casa.
photo_camera Los hijos de Cristina, de 10 y 13 años hacen sus deberes en casa.
Familias en situación de riesgo por el covid piden a Educación alternativas para la escolarización

 “No encajamos en los protocolos educativos, las autoridades carecen de empatía para entender nuestras necesidades y para darnos soluciones mientras dure la pandemia”. Esto afirma Cristina, una madre viguesa que no ha podido llevar a sus hijos de 10 y 13 años al colegio porque un posible contagio de covid pondría en grave riesgo la salud de su padre.
 Ella se ha preocupado por escolarizar a sus hijos en casa con sus propios medios y con la ayuda desinteresada de profesores del centro, y espera que puedan volver al cole en cuanto pase el peligro pero mientras pide que en lugar de posibles sanciones les ofrezcan una solución. Su caso no es único. 

Familias de Vigo pero también de toda Galicia que tienen hijos en situación de vulnerabilidad sanitaria o convivientes de riesgo en el domicilio reclaman a la Consellería de Educación  que reconozca su situación y que los incluyan como excepción en la norma.
Cristina asegura que no es tan difícil y que deben ser reconocidos en la normativa para no ser sancionados por supuesto absentismo escolar y para que se pongan en marcha los mecanismos necesarios para que estos niños puedan seguir el curso con normalidad.

Proponen que se active el aula virtual del colegio,  que según pudieron saber solo se pondrá en marcha en caso de confinamiento total, o que la Xunta eche mano de los profesores de atención a domicilio, un servicio que nació en su día para dar clase a niños enfermos, y que en este caso formarían en remoto a los alumnos de riesgo covid para evitar posibles contagios. Necesitan una cobertura legal mientras dure la pandemia. “No faltan al colegio por gusto, pero tampoco podíamos vivir con la tensión del contagio”. Su marido tiene daño cerebral adquirido por una infección que padeció hace cuatro años y una discapacidad reconocida del 90%. Tiene una dependencia de grado 3 y Cristina dejó su trabajo como maestra de Infantil para cuidarle los 365 días del año. Los niños tuvieron que aprender a aceptar esta situación cuando su padre volvió a casa, tras seis meses de hospitalización. Ahora son conscientes de que una exposición al virus podría tener consecuencias fatales para su padre. Cristina creó una escuela en casa, de Infantil y Primaria, con los medios necesarios. “No busco confrontación, solo quiero que sepan que estos casos existen y que necesitamos cobertura legal y alternativas para esta situación”.

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