VIGO

La crisis no hace distinciones

Voluntarios de Vida Digna, ayer, repartiendo comida en sus instalaciones de la calle Brasil, con todas las medidas de seguridad.
photo_camera Voluntarios de Vida Digna, ayer, repartiendo comida en sus instalaciones de la calle Brasil, con todas las medidas de seguridad.
Jóvenes, mayores, parejas, autonómos... la situación de precariedad se extiende a personas de todo tipo

Conscientes de las consecuencias de la crisis sanitaria, Vida Digna, como otras entidades benéficas de la ciudad, han repartido hasta ahora comida a todo aquel que la necesitaba rebajando los requisitos necesarios. A partir de mañana miércoles comenzará a funcionar el filtro administrativo para solicitar documentación. Mientras, se ha ido proporcionando alimento  s básicos como pasta, latas, aceite, leche o congelados pero también fruta o pan, en paquetes que puede durar varias semanas.

En la cola, personas de todo tipo y circunstancias. Junto a familias más vulnerables que llevan años recibiendo ayuda por falta de recursos, parejas jóvenes que buscan un futuro en España o trabajadores que se han quedado en la calle por la pandemia, algunos víctimas de la economía sumergida. A todos, el virus les golpeó fuertemente en una difícil supervivencia y a algunos les ha puesto en serias dificultades para mantener su vivienda. Junto al incremento de necesitados, también hay un aumento de solidaridad, algo que ya  han puesto sobre la mesa el resto de organizaciones sociales de la ciudad. La respuesta es unánime cada vez que una de las entidades dedicada a ayudar a los más vulnerables lanza un SOS. El más reciente el del comedor de La Esperanza, solicitando productos para poder seguir repartiendo menús.

 Los gestos anónimos hablan por sí solos. Y ya hay personas que tras ser conscientes de la situación precaria de algunas de las familias han intervenido para pagarles  un alquiler por ejemplo, como en un caso reciente tal y como recordaba Santiago Misa, quien agradecía la “solidaridad” en Vigo. Ayer también se notó durante el reparto con la llegada de donaciones por parte de particulares.

Mónica: “No puedo trabajar por una enfermedad, esto impresiona”

 Desde hace casi un año, esta viguesa acude a Vida Digna para  conseguir comida. Ayer, en la cola del reparto, reconocía que “hay muchas más personas, esto impresiona de verdad”. En su caso, no puede trabajar a consecuencia de una enfermedad. “Vivo de una pequeña pensión y por eso tengo que  solicitar ayuda.  Conseguir esta comida supone un gran alivio, lleva productos básicos, aceite... Y con ellos puedo comer durante varias semanas. Cuesta dar el paso de venir, pero para mí no hay otro remedio”.

María: “Perdí mi empleo en una casa y tengo dos hijos en paro”

 María sí es una víctima directa de la  crisis económica vinculada a la pandemia. El confinamiento la dejó sin trabajo, como asistenta en una casa, y tiene dos hijos mayores que están paro. “No me gusta tener que venir a por comida, pero es la única opción con los escasos recursos que tenemos en casa para todos los que somos”, afirma. A ella también le impresiona la cantidad de personas que están pasando dificultades, “el virus ha complicado todavía más las circunstancias de muchas familias”, señala.

Emegherard y Jairo: “Somos de Venezuela y pedimos asilo”

Tuvieron que marcharse de Venezuela hace seis meses. Allí esta pareja de poco más de veinte años, con un hijo de 7 años, tenía un pequeño negocio que “vendimos para  comprar los billetes y venir a España, con el objetivo de buscar un mejor porvenir  para nuestro niño, que aún sigue allí”. Sin embargo,   “aún no nos han dado el NIE (el Número de Identidad Extranjero) para poder trabajar y vinimos a Vida Digna para que nos ayudaran”. Jairo ejerce como repartidor eventual, “queremos poder traernos a nuestro hijo”.

Steven: “Trabajaba en comida rápida y me despidieron”

 Es joven, vive solo y el virus le ha dejado en la calle. Steven se estrenaba ayer en la cola de reparto de comida. Es su única alternativa. Según explicaba, “trabajaba en una cadena de comida rápida y me despidieron con la pandemia”. En su caso, “es difícil encontrar ahora un empleo”. Él es colombiano y lleva dos años en Vigo. Reconoce que le costó adaptarse, “no me ha sido fácil por ser extranjero”. La crisis sanitaria le ha supuesto un duro golpe, “tengo que recurrir a la ayuda porque no me llega para sobrevivir”.

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