Val Miñor y Baixo Miño, territorios marcados por el crimen machista

A la izquierda, la Guardia Civil en el camping de Oia donde fue asesinada Ana Vanessa. A la derecha, en la vivienda en Baiona de en la que apareció el cadáver de Beatriz.
photo_camera A la izquierda, la Guardia Civil en el camping de Oia donde fue asesinada Ana Vanessa. A la derecha, en la vivienda en Baiona de en la que apareció el cadáver de Beatriz.
Val Miñor y Baixo Miño concentran los asesinatos por violencia de género en Galicia en lo que va de 2023 y los ocurridos desde diciembre de 2020 en el sur de la provincia, con tres mujeres víctimas

Baiona todavía no se había repuesto del brutal asesinato de su vecina Beatriz Lijó, de 47 años, ocurrido el pasado mes de febrero cuando este fin de semana se sobresaltaba al conocer que uno de los guardias de su cuartel acababa con la vida de su expareja a escasos kilómetros de allí, en Oia. Este último asesinato machista, el de Ana Vanessa Serén, de 44 años,  el segundo en Galicia en lo que va de año ha marcado a dos comarcas, la del Val Miñor y Baixo Miño, donde desde 2020 se ha concentrado la barbarie de la violencia de género. A los nombres de Beatriz y Ana Vanessa hay que sumar el de Soledad Rey,  de 59 años, que recibió más de veinte cuchilladas en el interior de su  vivienda Gondomar. El presunto asesino, su marido, con el que había compartido 41 años de vida en común y que será juzgado este mismo mes de junio por un jurado popular. Se enfrenta a treinta años de prisión.  

A ese número de víctimas mortales en solo tres años hay que añadir el de Clotilde Rodríguez, una pescantina viguesa que fue brutalmente asesinada por su marido en Tenerife y al que recientemente un jurado popular le declaró culpable y la Audiencia le impuso 22 años de cárcel. Las pruebas recabadas contra él fulminaron cualquier posibilidad de defensa.

En total, en el área desde que entró en vigor la Ley de Violencia contra la Mujer fueron 16 las víctimas asesinadas a manos de sus parejas o exparejas. En un tercio de los crímenes, como ocurrió con el de Oia, el responsable acabó por suicidarse, mientras que el resto acabó juzgado y condenado a penas de un mínimo de veinte años de cárcel.  La escalada de violencia se ha recrudecido con los dos asesinatos registrados en apenas cuatro meses. El de Beatriz, que llevará a su ex ante un tribunal popular, fue especialmente violento, ya que se cometió delante de sus dos hijos pequeños. Ángel Rodríguez huyó del lugar, como lo hicieron el resto y llegó a fingir un estado catatónico para eludir la acción de la Justicia. Los forenses fueron tajantes al ver su falsedad y fue enviado a prisión. Casi dos semanas después, decidió hablar y confesó haber matado a su ex utilizando un hacha y un cuchillo.  La pareja mantenía conflictos por la custodia de los hijos, pero no había denuncias previas por malos tratos. 

Tampoco las había en el caso de Gondomar, aunque había dejado una carta como si supiera lo que le iba a pasar. Clotilde, pescantina viguesa, no se atrevía a llevar a su marido ante un juzgado, por el terror que padecía después de años de malos tratos. Ana Vanessa sí denunció, en dos ocasiones, y se alejó de su maltratador. Se le puso una orden de protección y la Guardia Civil llevó a cabo 56 incidencias de vigilancia e incluso la acompañó a recoger sus cosas a casa del asesino, pero estas medidas no evitaron el peor final posible.

Ana Vanessa, despedida en la más estricta intimidad en Lugo

El cadáver de Ana Vanessa fue trasladado a Lugo, después de que los forenses del Imelga le realizaran la autopsia. Las pruebas ratificaron que murió prácticamente en el acto a consecuencia de los disparos con una escopeta que Víctor, su expareja y con el que había convivido en A Guarda, le realizó cuando ella salía del camping en el que trabajaba. El guardia civil había estado esperando horas a que ella saliera. Había alquilado una furgoneta con los cristales tintados para que no ser visto y después del crimen a sangre fría, huyó en el vehículo, pero fue cercado por sus propios compañeros en un monte en Valga, donde tras intentar que se entregara decidió quitarse la vida. 

Natural de Lugo, Ana Vanesa fue despedida en la más estricta intimidad sobre las tres y media de la tarde del lunes. Solo sus más allegados acompañaron su cadáver en el tanatorio, pero el cariño que esta mujer dejó en los lugares en los que residió se dejó ver en todas y cada una de las concentraciones que se celebraron ese mismo día en los distintos concellos. Por su parte, el cuerpo del asesino también fue objeto de examen forense. Murió por un disparo realizado con la misma escopeta con la que horas antes mató a la que había sido su compañera sentimental y sobre la que tenía un juicio pendiente de violencia de género tras denunciar ella en abril dos episodios, uno de los cuales la llevó directamente al Hospital Álvaro Cunqueiro.

Oia todavía llora la muerte de esta mujer, que había decidido iniciar una nueva vida alejada de su asesino.

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