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Cortinas de agua complican el tráfico en la autopista AG-57

Tramo de la autopista AG-57 correspondiente a Nigrán, en donde finaliza el trazado tras los peajes.
photo_camera Tramo de la autopista AG-57 correspondiente a Nigrán, en donde finaliza el trazado tras los peajes.
La Xunta indica que usa un asfalto microaglomerado más adherente pero no drenante
nnnLa polémica que rodea a la autopista AG-57 que une Puxeiros con el Val Miñor vuelve a saltar a la palestra, aunque en esta ocasión no tiene que ver con las reiteradas peticiones realizadas a la Xunta por diferentes colectivos para que la conviertan en un cinturón comarcal exento de peajes. Ahora el motivo de las quejas está relacionado con las cortinas de agua que se levantan al circular, sobre todo, por los tramos que acaban de ser reasfaltados el pasado mes de octubre y que fueron acometidos por la concesionaria Audasa. Un hecho que este diario ha podido constatar. 
Sin embargo las explicaciones facilitadas por los técnicos de la Xunta chocan de cara con el alarmismo transmitido por los conductores. Los expertos de la Administración mantienen que el motivo denunciado por los usuarios no supone un riesgo para su integridad, tan solo una molestia a la hora de conducir en esas condiciones. Según sus argumentaciones se trata de una asfalto elaborado a base de microaglomerados que aumenta la adherencia de los neumáticos pero con una pega que de entrada puede sonar contradictoria, y es que el nuevo compuesto no es drenante. 
Aseguran que el nuevo contexto que se produce en época de lluvias no conlleva más riesgo que el anterior, sino todo lo contrario, ya que reiteran que el aumento del agarre se mantiene tanto en seco como en mojado. Una explicación que puede ser vista con mucho escepticismo por muchos ya que a mayor volumen de agua en la calzada, mayor riesgo de que se produzca el temido"aquaplaning". Cuando los neumáticos no son capaces de desalojar una cantidad determinada de agua que está sobre la superficie de la carretera el coche literalmente comienza a deslizarse y se convierte en ingobernable.  Con un correcto mantenimiento del vehículo en lo concerniente a ruedas y suspensiones sumado al respeto de las normas de circulación, esta situación no debería de producirse pero si alguno de dichos puntos no se cumple la cosa cambia. 
Lo que está claro es que muchas veces el factor psicológico puede llegar a atener más peso que el real y a todas luces una calzada empapada transmite más inseguridad que otra que no lo está. Aquí el debate está abierto porque muchos consideran que en situaciones de extremas precipitaciones como las que se están viviendo estas semanas, una percepción puede pasar a ser un hecho. Además existe otro factor en la ecuación que magnifica aun más el temor al volante que no es otro que el viento. Estos dos elementos en cantidades considerables funcionan como el caldo de cultivo perfecto para que un vehículo pueda acabar perdiendo la estabilidad. Ya no sólo por las condiciones externas sino que muchas veces el desencadenante puede motivarse por una mala reacción producto del miedo generado y que culmina con un "pisotón" en el pedal de freno.  n

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