El 30% de los habitantes de Viena no tiene derecho a votar. Un reto de legitimidad democrática en una ciudad que crece por la llegada de inmigrantes que quedan apartados del debate político debido a la restrictiva política para lograr la nacionalidad en Austria, y que afecta sobre todo a la clase trabajadora. La población de la capital austríaca creció un 21% desde 2005, hasta rozar los dos millones de habitantes, debido a la inmigración. Actualmente, el 44% de los habitantes de Viena es de origen extranjero.
A principios de 2020, cuando se realizó su último análisis de inmigración, el 30% de todos los vecinos tenía nacionalidad extranjera, por lo que, en el mejor caso, sólo tienen derecho a votar en las elecciones de distrito, en lo que el propio ayuntamiento define como un “déficit de democracia”. El porcentaje de quienes viven y trabajan en Viena pero no pueden votar se duplicó en las dos últimas décadas y se espera que siga creciendo.
En esa situación está Diego García, un uruguayo que lleva 17 años viviendo en Viena, casi la mitad de su vida. “Ni voz ni voto”, sentencia García en una charla durante la que asegura que vivir tanto tiempo en un país y no poder participar en las decisiones políticas le hace sentirse “ignorado”. “Como cuando aprobaron la jornada laboral de doce horas. Sentía la impotencia de que no puedes decir ni hacer nada porque no puedes votar”, señaló.
Nacidos en Austria
Muchos de esos extranjeros llevan décadas viviendo aquí o incluso han nacido en Austria. El problema para nacionalizarse es una cuestión también de clases sociales, como explicó la politóloga Tamara Ehs. “La ley de ciudadanía es muy cara, lo que significa que tienes que poder permitirte (financieramente) ser austríaco y tienes que poder permitirte tener derecho a votar”, señaló.
Aparte de los costes burocráticos, la legislación exige a quien aspira a la nacionalidad disponer, una vez cubiertos todos los gastos fijos y sin contar las ayudas sociales, de 1.100 euros mensuales. “Es la gente más pobre la que queda excluida. Simplemente porque no tienen suficiente dinero”, destacó.
El propio ayuntamiento considera que se trata de una discriminación. “Muchas personas que trabajan en empleos precarios -como cuidadores de mayores o personal de limpieza- están excluidas de la votación y la participación. Y esto se debe principalmente a las tasas asociadas a la obtención de la ciudadanía y, por tanto, del derecho de voto”, declaró el alcalde de Viena, el socialdemócrata Michael Ludwig.
Desde Viena, uno de los nueve Estados federados que conforman Austria, se pide al Gobierno central, formado ahora por el conservador Partido Popular y por Los Verdes, una “ley de ciudadanía moderna”. “No me parece justo que una cantante de ópera pueda obtener la nacionalidad austriaca más fácilmente que una limpiadora. Se trata de justicia social y humanidad”, indica el político socialdemócrata. Ehs calcula que un 60% de los obreros residentes en Viena no son austríacos y no son escuchadas por los políticos.