El sueño del reverendo King y la fuerza de su palabra

Panorámica de la explanada del Capitolio de Washington desde el estrado en el que Luther King se dirige a los congregados.
photo_camera Panorámica de la explanada del Capitolio de Washington desde el estrado en el que Luther King se dirige a los congregados.
Hace sesenta años, pronunció su famoso discurso ante miles de personas en las escalinatas del capitolio

El 28 de agosto de 1963 es una fecha que permanecerá con escritura imborrable y carácter definitivo en la historia del mundo. No solo por la potencia de la actividad que se estaba llevando a cabo en aquel día irrepetible y la decisiva incidencia que aquella masiva reunión de gentes de toda condición impuso en la sociedad de su tiempo, sino por la magnitud de su legado. Aquel 28  de agosto, miles de personas se dieron cita en las escalinatas que franquean el paso a la gran explanada del Capitolio desde el monumento a la figura del presidente Lincoln en Washington, todos ellos participantes en la llamada Marcha por los Derechos Civiles convocada por el Movimiento en pro de la Justicia, el Trabajo y la Libertad que se había ido forjando año a año en centros de producción, organismos culturales e intelectuales, organizaciones juveniles, iglesias y universidades progresistas, y cuya figura más representativa era un clérigo de raza negra llamado Martin Luther King cuyo discurso, pronunciado en aquel trascendental y emotivo momento en el que se dieron cita jóvenes y menos jóvenes de todas las razas, constituyó un antes y un después en la carrera por la consecución de la igualdad interracial y la integración de pleno de derecho de la ciudadanía negra en todos los ámbitos sociales de unos Estados Unidos de aquel tiempo convulso, intenso, mutable y trágico.

PARKS Y EL ASIENTO DE AUTOBÚS

Martin Luther King había nacido el 15 de enero de 1929 en Atlanta, la capital del estado sureño de Georgia, y tenía por tanto el día en que pronunció aquel discurso que ha pasado a la posteridad, treinta y cuatro años. Era ministro de la Iglesia Baptista como lo era su padre en cuya memoria y para recordarlo y homenajearlo acabó cambiando su propio nombre adquirido en la pila bautismal que era el de Michael. Martin Luther King senior –que tampoco se llamaba así y cambió su nombre a raíz de un viaje con su mujer a Alemania en el que conoció directamente y le conmocionó la obra del agustino alemán Martín Lutero eje de la doctrina protestante- se había caracterizado por su permanente compromiso con la  consecución de derechos de las comunidades afroamericanas. Y su hijo se convirtió a mediados de la década de los cincuenta en su sucesor, tomando el testigo y aceptando este objetivo como misión prioritaria no solo desde el púlpito de su iglesia y las confederaciones que pertenecían a su misma confesión religiosa, sino y sobre todo, desde la calle.

King siempre creyó en el poder de la palabra y en su propia capacidad dialéctica para convencer e incorporar adeptos a esta causa, una misión que se coronó con sorprendente éxito a raíz del cambio de década y la sucesión de situaciones extremas que trastocaron para siempre el panorama político, económico y social de su país. En 1955, con apenas veinticinco años y siendo un joven pastor recién llegado a la ciudad y a su iglesia, se implicó valerosamente en el llamado “boicot de Montgomery” en el estado de Alabama,  generado en torno a la figura providencial de Rosa Parks, una mujer afroamericana que se negó a ceder su asiento en el autobús a una persona de raza blanca, una decisión que generó un auténtico conflicto y que provocó el boicot de la población negra al uso de autobuses públicos, primero en la capital y más tarde en todo el condado. Parks fue arrestada y conducida ante un tribunal que la halló culpable y la condenó a una multa de diez dólares y el pago de las costas del juicio que se elevó a cuatro dólares más. El conflicto se prolongó y concluyó, provisionalmente al menos,  cuando un año después un tribunal del estado concluyó que era inconstitucional obligar a la gente a ceder asientos en el trasporte público por motivos raciales. Devolvió los catorce dólares a la activista y la declaró inocente de todo cargo. El joven reverendo King y la cantante Mahalia Jackson estaban  entre los manifestantes más comprometidos en aquel episodio que generó una enorme polémica en un país donde nuevas generaciones comenzaban a pelearse por cambiar las cosas y asumían la oposición a un Gobierno encabezado por un héroe de guerra, el republicano, tejano y naturalmente blanco, Dwigth D. Eisenhower, general en jefe de los ejércitos aliados durante la pasada II Guerra Mundial, victorioso en el día D, y el militar más popular de todo el staff de los vencedores.

UN INTELECTUAL INTEGRADOR

Martin Luther King se hizo muy pronto popular no solo por el mensaje que comenzó a utilizar en su cruzada, sino por el modo de propagar ese mensaje. Intelectual de sólidos conocimientos y apasionado de su causa, el joven ministro baptista se hizo muy pronto famoso en los estados sureños  por su pensamiento conciliador pero severo e irrenunciable al servicio de la integración de los suyos y la defensa de los derechos de la población negra. Escolar en la Booker. T Washington High School de Atlanta, ingresó, apenas acabados los estudios de secundaria en el Morehouse College, un  centro exclusivamente reservado para estudiantes de color en el que se licenció en Arte antes  de ingresar en el seminario de Pensilvania en el que se graduó en Teología. Posteriormente, subió al norte del país y se doctoró en Filosofía y Teología por la Universidad de Boston. En 1954 era pastor de una iglesia baptista en Montgomery donde inició con tesón e infinita capacidad de trabajo, dedicación y compromiso, la causa por los derechos de las comunidades negras en un estado como Alabama,  convulso y excepcionalmente conflictivo para las clases dirigentes de  aquellos territorios sureños, en su mayoría blancos, incapaces de dialogar, obtusos e intolerantes.  King  fue muy pronto elegido presidente de la Convención Nacional Baptista Progresista, y un año después, se trasladó a su ciudad natal para compartir parroquia con su propio padre, la Iglesia Baptista Ebenezer, una de las más grandes, más populares y  una de las primeras fundaciones del movimiento Evangélico en Atlanta al que pertenece la doctrina baptista. Hoy, su comunidad cuenta con más de seis mil fieles. El reverendo King desempeñaba el cargo de pastor asistente de dicho templo junto a su padre, pastor principal, cuando fue asesinado a tiros cuatro años después de la marcha sobre Washington, en Memphis.

King estuvo sin embargo a punto de perecer unos años antes cuando firmaba ejemplares de su primer libro en una librería de Harlem en Nueva York, Una mujer negra  perturbada le atacó con un cortaplumas y se lo clavó a pocos centímetros de la aorta mientras le acusaba de comunista y manipulador de la gente de su raza. King salió vivo de milagro de aquel trance y nunca se arredró en su carrera por la consecución de sus objetivos que lo llevaron a recorrer el sur de cabo a rabo. Estuvo en Albany, estado de Georgia, donde acabó detenido e internado en el calabozo hasta que las autoridades locales se avinieron a pactar con él la concesión de una serie de derechos sociales de la población negra que nada más marcharse fueron de nuevo conculcados. Estuvo en Birmingham, estado de Alabama, y uno de los puntos más candentes y con mayor propensión a la lucha callejera de todos los territorios sureños. En 1963, Birmingham era  el foco de mayor preocupación para el Gobierno del país,  y el reverendo King se convirtió en referente de la protesta urbana y la lucha por la causa hasta el punto de que fue encarcelado el 13 de abril de 1963. Desde el calabozo, escribió una carta abierta a la opinión pública y suscitó la respuesta inmediata del presidente John F Kennedy desde la Casa Blanca. Kennedy, presidente de la nación desde el 20 de enero de 1961, consiguió que el pastor líder de la cruzada por los derechos civiles fuera puesto en libertad unos días después de haber sido encarcelado. Siete meses después, el 22 de noviembre, el presidente era asesinado por disparos de un tirador a distancia mientras recorría en coche descubierto las calles de la ciudad tejana de Dallas.

Los episodios de Birmingham y la famosa carta firmada desde su cárcel fueron sin duda los antecedentes de la marcha sobre Washington donde el reverendo King se convirtió en la figura del momento en todo el país. Su mensaje había conseguido conmover y poner en marcha  las voluntades de una gran parte de la sociedad juvenil de su tiempo ya por entonces plenamente involucrada en el desarrollo de protestas, encierros y manifestaciones constantes en contra de la intervención estadounidense en la guerra del Vietnam. Aquel conflicto tan lejano y tan malamente razonado puso en pie de guerra a grupos cada vez más nutridos de estudiantes de las universidades más progresistas, especialmente las situadas en California, un estado que se había convertido en tierra de promisión para los movimientos pacifistas, y al que peregrinaban músicos, escritores, poetas y artistas de toda condición para instalarse en sus costas doradas. Allí, entre música de los Byrds y Mamas and Papas, y al calor y el humo que brotaba de los canutos de marihuana, se  fue conformando un movimiento incontenible que se encauzó para legitimarse en la marcha de Washington.

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