Desde que las llamas destruyeron la chabola de José Saburido bajo el Puente Novísimo el pasado mes de julio, la orilla del río Miño se había quedado sin inquilinos. Desde hace pocas semanas, el entorno cuenta con una nueva vecina.
A pocos metros del viaducto del tren, en dirección A Lonia, se esconde una pequeña choza hecha con barro. La cabaña, escondida entre árboles y matorrales, no se ve desde el paseo fluvial, aunque sí se intuye desde un pequeño camino adyacente. La construcción cuenta con puerta de madera, ventana y tejado –plásticos y esterillas–, y en su estructura se pueden ver los troncos atados por cuerdas que sirvieron de base para el barro. Las plantas ornamentales de su alrededor –florales y cactus, entre otras– y los comederos para animales saludan al foráneo que llega como si se tratase de una casa al uso. Al lado de la choza, se puede ver el esqueleto de otra, de medidas similares. Su dueña y constructora, una mujer lusófona, prefirió no hablar con este periódico. Apenas seguró que la cabaña es "mi obra de arte".
Un paseante dio el aviso
Hace pocos días, un vecino de la ciudad que suele realizar deporte en la zona encontró la cabaña y alertó a la Policía Local por miedo a que pase "cualquier desgracia". La zona está rodeada de maleza, por lo que podría incendiarse fácilmente, y la casa está muy próxima a terreno inundable durante las crecidas del río Miño. Los agentes de la Policía Local se acercaron al lugar el pasado 28 de agosto e identificaron a la dueña, según fuentes municipales. La situación de la mujer ya está en manos de los técnicos de Asuntos Sociales del Concello.n