Sociedad

El maltrato a mujeres rurales, un silencio difícil de quebrar

La lucense Inés Fernández, víctima de violencia de género, a la que su marido intento matar tres veces.
photo_camera La lucense Inés Fernández, víctima de violencia de género, a la que su marido intento matar tres veces.
Siete de cada diez víctimas de malos tratos en pueblos pequeños o aldeas jamás los han denunciado

nnn  A Inés Fernández su marido la intentó matar tres veces. La quiso ahogar en la bañera. Probó también con pastillas. Y en la última, le golpeó con un tablón en la cabeza. Fueron sus hijas quienes, al verla en el hospital, denunciaron a su padre. "Ellas me salvaron. Si no fuese por las dos, hoy no estaría aquí", recuerda esta mujer de Lugo, víctima de la violencia machista en el rural y que relató en su libro "Mis hijas me devolvieron la vida" las penurias padecidas. Él fue condenado a diecisiete años de cárcel. "Me he preguntado muchas veces cómo aguanté", explica Inés. Pero ella misma sabe la respuesta. Lo vi no solo en su caso, sino en el de muchas mujeres a las que ahora trata de ayudar. "Te meten en un mundo del que no sabes salir", señala. A ella le costó casi tres décadas de insultos y palizas.
Lo de Inés, como casi siempre, empezó poco a poco. No fue con una bofetada. Si fuera así, "tal vez habría reaccionado de otra manera". Lo primero fueron los menosprecios. "Me anuló completamente. Acabó con mi autoestima hasta que acabé en un pozo tan profundo que se hizo el dueño absoluto de mi vida", relata. "Al principio aguantas", apunta Inés, "porque piensas que cambiará". Ella empezó a hacer "todo lo que él quería", quedarse en casa o dejar de salir con sus amigas. "Quería complacerlo para que no se enfadara", asegura. Pero ese cambio nunca llegó. Sí lo hicieron los golpes. Y, lo que más aterraba a Inés, las amenazas a sus hijas. "Me decía: de la cárcel se sale, del cementerio, no. Eso se me quedó grabado en la mente", rememora Inés, para quien esto fue lo peor porque "los palos se curan, pero esto te afecta mucho más".

ese miedo “no se te va"
Aún hoy sigue recibiendo ayuda profesional. "Esto no se supera nunca. Sigues viviendo pero ese miedo no se te va", subraya. Porque esa es la palabra clave: miedo. La constante en su vida desde que tenía veinte años. Miedo a enfrentarse a él, a separarse, a denunciarle. Miedo a lo que sería de sus hijas. A pesar de ello, lo intentó. Le dijo que quería divorciarse. "Pensé que igual me dejaría en paz", recuerda. Fue cuando él trató de matarla. Algo tenía que hacer porque "estar con él era como estar muerta en vida".
Traspasar esa barrera es complicado y más en ambientes rurales. Siete de cada diez mujeres que han sufrido malos tratos en pueblos pequeños o aldeas jamás los han denunciado, como recoge un estudio recientemente elaborado, al amparo del Pacto de Estado en materia de violencia de género, por la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales en Galicia. "En el rural se vive de manera diferente y el entorno social condiciona mucho a las víctimas", explica a su presidenta, Rosa Arcos. "Es un problema muy serio", asegura, porque las pocas mujeres que se atreven, como Inés, "tardan una media de veinte años" en hacerlo. n 

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