Iván Garrido: “No supe que tenía VIH hasta los 12 años”

Iván Garrido, quien nació con VIH hace 32 años, quiere acabar con el miedo y la invisibilidad.
photo_camera Iván Garrido, quien nació con VIH hace 32 años, quiere acabar con el miedo y la invisibilidad.
Dice que es el mejor don que le dejó su madre, drogodependiente y a la que vio morir con 7 años

Iván Garrido nació con VIH hace 32 años, pero esa circunstancia que en 1991 sonaba a sentencia de muerte la superó contra todo pronóstico, y hoy como psicólogo y activista quiere acabar con el miedo y la invisibilidad y divulgar un mensaje de empoderamiento porque el VIH, dice, es el “mejor don que me dejó mi madre”.

Iván explica que su madre era drogodependiente, por lo que pasó la infancia con sus abuelos maternos que, ante la falta de tratamientos para el VIH, solo esperaban que disfrutara de unos pocos años de vida que transcurrieron con largas estancias hospitalarias.

A los cinco años entró en lo que denomina “fase sida” que fue cuando el virus comenzó a matar sus defensas y empezó a empeorar y hacerse cada vez más recurrentes las visitas al hospital, en concreto al Carlos III de Madrid, centro referente en enfermedades infecciosas donde incluso estuvo en la UCI pediátrica. Pero Iván tuvo la suerte de que en esa época se aprobase el tratamiento antirretroviral. “El famoso AZT, el primer medicamento para personas con infección de VIH, un reto farmacológico que tenía muchos efectos secundarios”.

Y de esas largas estancias nació su pasión por los hospitales. “Me sentía seguro en ellos, me encantaban, era como estar en casa”, confiesa. Sin embargo, hasta los 12 años no supo que tenía VIH. “Era muy cotilla y siempre leía los prospectos de los medicamentos y en todos se repetía una palabra: hígado, así que creía que me tenían que hacer un trasplante”.

Iván recuerda que un día en el colegio anunció a sus compañeros que se iba a morir “porque necesitaba un trasplante de hígado y no iba a llegar a tiempo”. Como fabulaba tanto, sus abuelos decidieron explicarle que tenía VIH, “que era una enfermedad que no se cura, pero de la que no se iba a morir” y su respuesta fue llorar del estrés porque le habían “cambiado los planes”, y a pesar de su edad ya había “normalizado la muerte”.

En estas últimas tres décadas la situación del VIH en la población pediátrica cambió drásticamente. La pediatra del hospital universitario Gregorio Marañón, Luisa Navarro, asegura que el pronóstico hoy es “buenísimo” y “los niños que han empezado pronto con fármacos potentes no tienen encefalopatías, ni alteraciones del sistema nervioso ni ningún tipo de afectación en órganos”. “Crecen con normalidad, tienen la pubertad en su momento y su esperanza de vida es normal, la misma que el resto de la población”, añade.

Actualmente los niños con VIH seguidos en las unidades pediátricas de toda España ascienden a 270, con una media de edad de 14 años. Si bien la población menor de doce años todavía no se puede sumar a la dosis de una pastilla al día como hacen los adultos, la prescripción no tiene nada que ver con la ofrecida en 1991. “Hoy en día se simplifica lo máximo posible”, indica Navarro. 

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