La inflación baja las reservas en los bancos de alimentos

Instalaciones del Banco de Alimentos de Sevilla en Mercasevilla.
photo_camera Instalaciones del Banco de Alimentos de Sevilla en Mercasevilla.
Atienden a 1,2 millones de personas en situación de vulnerabilidad, un 50% más que antes del covid

El encarecimiento de la cesta de la compra no solo afectó a los bolsillos de los consumidores, también redujo las reservas de los bancos de alimentos, que siguen atendiendo a 1,2 millones de personas en situación de vulnerabilidad. Los almacenes de alimentos que ayudan a paliar el hambre vieron aumentar en la pandemia un 50% sus usuarios, al pasar de 1.050.684 beneficiarios en 2019 a 1.560.000 en 2020, entre ellos 267.079 niños de 3 a 15 años y 53.123 lactantes de 0 a 2 años.

La Federación Española de Bancos de Alimentos (Fesbal) calcula que en 2023 todavía hay más de 1,2 millones de personas que necesitan ayuda para alimentarse, en línea con el número de individuos que atendieron en 2022. Ahora la cifra se estabilizó, detalla el director de Fesbal, Francisco Greciano, quien subraya que el perfil de los usuarios está cada vez más “normalizado”.

A Leonor, Angélica, Mónica y Pamela la vida les llevó a tener que pedir ayuda para comer, una situación que comparten con más de un millón de personas en España a quienes la subida de los precios de los alimentos se lo puso aún más difícil.

Esas cuatro mujeres coinciden en el economato de la fundación Humana SPES en el barrio madrileño de San Fermín, adonde se acercan con sus carros de la compra vacíos y una tarjeta con puntos que deben calcular muy bien cómo gastar para cubrir parte de sus necesidades.

En plena campaña electoral no se escucha hablar nada de las elecciones; allí lo que importa es saber cómo va la familia, qué trámites burocráticos les faltan y, sobre todo, cuándo se les terminó el contrato de trabajo. Estar en búsqueda de empleo y tener menores a cargo son los principales requisitos que cumplen las 60 familias que actualmente atiende la fundación tras haber sido derivadas por los servicios sociales.

“Desde hace seis meses estoy recibiendo alimentos porque no me alcanza”, detalla Leonor Cubas, madre soltera de un niño con síndrome de Down que se acaba de quedar en paro y ve con desesperación cómo “todo sube en el súper” cada semana. Aprovecha la visita para llevarse pan, fruta, verdura, aceite, atún y arroz, productos básicos a los que a veces añade carne y pescado cuando están disponibles en el economato.

Lo que más le urge a su compatriota peruana Pamela Risco son leche y pañales para su bebé de diez meses, mientras espera la homologación de su título de enfermera para ejercer en España. Como los demás beneficiarios de la asociación, ayuda a reponer la mercancía, limpiar el local, ocuparse del papeleo y organizar el reparto, entre otras tareas.

“He dejado de comprar verdura, carne y pescado”, afirma Mónica Herrero, una madrileña que empezó a acompañar a una señora mayor dos horas al día y solo espera que le salga algo más estable a sus 50 años.

Ese miedo a quedarse fuera del mercado laboral a partir de cierta edad lo comparte Angélica Pureta, de 63 años, que se encarga de su nieto con los pocos ingresos que le da un contrato temporal en una residencia. “Con los precios de ahora no me llega”, reconoce.

A cada una de esas personas la fundación Humana SPES le proporciona productos básicos a partir de lo que reciben del Banco de Alimentos de Madrid, el Fondo de Ayuda Europea para las Personas Más Desfavorecidas (FEAD) y las donaciones particulares.

“Este siempre ha sido un barrio con familias muy vulnerables, pero la afluencia se ha triplicado. La pandemia fue un punto muy duro y ahora con la subida de precios y la falta de trabajo se ve mucho más”, explica la responsable del economato, Mónica García, para quien el mayor problema actual son los desahucios, a la orden del día.

Allí no se observan las llamadas “colas del hambre” que sí hay en otros puntos de la capital, porque la organización no atiende a gente de la calle, sino a personas que integran su programa. García cuenta que les asesoran para intentar mejorar su situación, pero para eso es imprescindible que acudan los titulares de las tarjetas a hablar directamente con ellos.

Se calcula que una de cada cuatro personas en España está en riego de pobreza o exclusión social, con carencias materiales o baja intensidad en el empleo. El coordinador de estudio de Cáritas Española, Raúl Flores, señala que, cuando la población tiene ingresos muy bajos, lo primero que hace es pagar el alquiler y los gastos básicos de la vivienda, y enseguida se queda “absolutamente sin nada de dinero”.

Es entonces cuando se activa la estrategia de buscar alimentación durante el resto del mes, con alternativas como los alimentos en especie de los bancos o las tarjetas monedero que entidades como Cáritas entregan a las familias para que puedan adquirir los productos según sus necesidades.

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