La discriminación a los supervivientes de cáncer infantil no acabó con la aprobación del Derecho al Olvido Oncológico. Los adolescentes (400 nuevos casos al año) se topan con muchas barreras, en el inicio de la educación no obligatoria, cuando llegan al ámbito laboral e incluso a la hora de sacar el carné de conducir.
“Queda mucho por hacer en el Bachillerato y en la Universidad”, dijo la gerente de la Federación Española de Padres y Niños con Cáncer (FEPNC), Pilar Flores, que reivindicó que durante el año de tratamiento de la enfermedad y en el Bachillerato se les permita pasar de curso con unos contenidos mínimos, igual que en Primaria y Secundaria, y para la universidad pide una reserva de “plazas excepcionales”, como ocurre con la dependencia. Flores comentó que cuando el adolescente llega a la universidad se topa con muchas barreras: “Quiere acceder a un grado para el que, posiblemente, no tiene la nota de corte porque ha estado en tratamiento y ha faltado a clase”. Para estos casos reivindica plazas específicas, como ocurre con la discapacidad o con alumnos de alta competición. “No todos pueden bordear la situación yendo a una privada”, señaló.
Sin apoyo
La educación no obligatoria se quedó al margen y los adolescentes que se reincorporan al instituto, una vez superada la enfermedad, para hacer bachillerato “no tienen ningún apoyo ni dentro de las aulas hospitalarias ni fuera”. En la FEPNC detectaron muchos problemas a la hora de reincorporarse al trabajo bien porque tienen ausencias por revisiones o las secuelas físicas no les permiten incorporarse al ritmo normal.
Andrea Ruano, hija de Pilar Flores, con 31 años y un sarcoma de Edwing diagnosticado a los 15, vivió en primera persona esas barreras. Primero, en la Escuela de Artes y Oficios de Salamanca a la que se trasladó en segundo de Bachillerato. Allí sufrió la falta de infraestructuras. Al tratarse de un edificio protegido carecía de ascensor, y ella, con muletas, por una operación reciente, se veía obligada a cambiar de clase e incluso subir dos pisos de escaleras diariamente. Situación que enmendó su madre con una denuncia ante el Procurador del Común con la que logró que hoy ese edificio haya adaptado sus infraestructuras. Andrea no tuvo problema con la universidad porque logró plaza en Bellas Artes haciendo valer la reserva para discapacidad, pero una vez en las clases tuvo que pelear por sus derechos que dependían de la relación con los profesores o de su buena voluntad.
Pero no todo se restringe al ámbito académico y laboral; también sacarse el carné de conducir supuso un problema. Seis años después del cáncer y libre de la enfermedad, Andrea quiso examinarse del carné de conducir, pero tras pasar todas las pruebas el encargado del psicotécnico se negó a hacérselo con el argumento de que había tenido cáncer.
La frustración que le provocó derivó en que Andrea hoy no tiene carné. Tiempo después supo que esa barrera la tuvieron otros supervivientes. No fue un caso aislado.